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30 Alejandro de Villalmonte, O. F. M. C'ap. ra fe.menina muy dificil de lograr por un hombre. Ya el primer rela– tor tuvo el acierto de conservar este encanto originario del relato. Y Lucas tampoco hizo, según parece, modificación ninguna importan– te al insertarlo en su evangelio". Según parece, el relato de la Anunciación, lo mismo que toda la historia de la infancia, se mantuvo durante años alejado de las corrientes de la gran tradición pública de la Iglesia. El contenido del Kerigma primitivo era la resurrección y la muerte redentora del Cris– to: Dios está en Crist.o reconciliando al mundo consigo, según dice San Pablo (2 Cor. 5, 18). Luego esta idea germinal se fué ampliando y enriqueciendo hasta comprender todo lo que hizo y predicó entre los hombres el Sefior Jesús, comenzando desde el Bautismo de Juan has– ta su ascensión a los cielos ". Asi aparece en San Marcos y en San Pablo. Los primeros misioneros que predicaban la Buena nueva por el imperio, no se preocupaban por los misterios de la infancia del Señor, ni sentían necesidad de ello. La memoria de estos hechos se conservaba únicamente -durante decenioS- en los círculos más ínti– mos de la Comunidad palestinense. Esta manera de concebir el origen del dogma de la virginidad y su primera «entrega» a la Iglesia, nos explicaría el que no haya sido recogido por escritores como Pablo, Juan, Marcos. Al mismo tiempo es un signo de su autenticidad histórica, ya que la narración pudo asi más fácilmente mantenerse inmune de la influencia de los grandes temas e inquietudes teológicas del Cristianismo en los primeros de– cenios de su existencia. Asi, pues, del origen primero de la historia de la Anunciación hay que retroceder hasta la experiencia natural y sobrenatural de Maria. Ella no sólo es el personaje central de la escena de la Anunciación, sino que también es el instrumento de Dios para trasmitir a la Igle– sia este misterio. María comunicó a la Iglesia el hecho de la concep– ción virginal en su forma completa: es decir, trasmitió el puro hecho histórico de su maternidad sin concurso de varón y, además, el sen– tido e interpretación divina del mismo hecho, que Dios le reveló por medio del ángel. Al hablar del origen del dogma de la virginidad nos hemos refe– rido casi. continuamente a la narración de Lucas. La razón es porque aqui es donde se ofrece el hecho contado en su forma más antigua. 27. GAECHTER, ob. cit., pg. 76>-77. MUÑoz IGLESIAS quiere dair una intervención destacada al evangelitta San Juan, Los evangelios de la in,fancia.. ., pg. 318. 28. GErsELMANN, J. R.: Jes'Us der Christus. Die Urform des apostolischen Kerygmas als Norm unserer verkundiguns und Theologie von Jesus-Christus. Stuttgar, 1951.

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