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100 MANUEL GONZALEZ GARCIA Motolinía participó activamente en contra de esta obra desde el pri– mer momento, pues hacia 1549-50, por mandato del Emperador y del Con– sejo de Indias recogió cuantas copias pudo que, escritas a mano, corrían entre los frailes y las entregó a Antonio de Mendoza, que las quemó. Aho– ra se encontraba con la difusión del mismo «Confesonario», pero «impre– so en Sevilla» y llevado a Nueva España junto con otros ocho tratados de Las Casas. Motolinía llega a ver cierta malicia en el modo como pro– cedió Las Casas: «vi que la impresión era hecha en Sevilla al tiempo que los navíos se querían partir, como cosa de hurto y mal hecho» 19 • A la hora de enfrentarse con las doctrinas del «Confesonario», Moto– linía propone primero una consulta a los letrados de los Consejos y a las Universidades, incluso al mismo Pontífice, sobre los trámites previos que, según la obra, eran necesarios para recibir la absolución «en el artículo de la muerte». Tales trámites se encontraban en las reglas primera y quinta que establecían la necesidad de hacer instrumento público y dar caución jurada. El fiel que se confesaba, si era un conquistador, debía dar poder al confesor, ante escribano público, para que, si le pareciere necesario, hiciera restituir toda su hacienda a los indios, sin que quedara nada para los herederos. También habría de revocar cualquier otro testa– mento, a fin de que sólo fuera válido el instrumento público otorgado al confesor 20 • Ni qué decir tiene que estas reglas chocaban frontalmente con el modo de actuar que practicaban Motolinía y otros religiosos, a los cua– les «pone tantos escrúpulos, que no falta sino ponellos en el infierno» 21 • Al margen de esta consulta, Motolinía ataca otras afirmaciones del «Confesonario» con argumentos que van desde la simple evidencia o el análisis crítico a la más elemental epiqueya, cosa que el dominico olvida– ba en sus juicios universalmente condenatorios para los españoles o lau– datorios para los indios. Como ejemplo de esta actitud general de Las Casas podemos recoger esta frase que le atribuye Motolinía: «Fulano no es amigo de indios, es amigo de españoles, no le deis crédito» 22 • Frente a la acusación de que los estancieros, calpixques y mineros son «verdugos, desalmados, inhumanos y crueles», Motolinía reconoce que, al lado de los malos, existen «otros muchos buenos cristianos y piadosos y limosneros»; contra la afirmación de que nadie ha procedido de buena fe en las guerras, y de que los mercaderes han obrado mal en la venta de sus mercaderías y en la compra y venta de esclavos, opone la realidad de que muchos esclavos se vendieron por las plazas con la autorización del Emperador y, «algunos años, estuvieron muchos cristianos bona fide y en inorancia invencible»; sobre el juicio de que todo lo que tienen los españoles ha sido robado a los indios, Motolinía recuerda la evidencia palpable de que muchos españoles llevaron hacienda a América y otros la han comprado y adquirido justamente; contra el principio de que nun- 19 !bid., 57, 84-85. Los títulos de las obras de Las Casas pueden verse en la pp. 49-50. 20 Ibid., 56. Cf. también Jº Fº Ramírez, Vida de Fray Toribio de Motolinia (México 1944) 98-100. 21 !bid., 56. 22 Ibid., 73. En la p. 60 se encuentran estas expresivas palabras: que escribe •conforme a su apasionado espíritu contra los españoles». Otras expresiones signifi– cativas en pp. 58, 94º CL R. Menéndez Pida!, op. cito, 53.

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