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LA «CARTA AL EMPERADOR» DE FR. T. DE BENAVENTE MOTOLINIA 99 Pues bien; la argumentación histórica de fray Toribio destruye tal suposición, ya que los mexicanos «se enseñorearon en esta Nueva España por guerra». Los primeros pobladores fueron los chichimecas y otomíes, que vivían de la caza y de los frutos espontáneos de la tierra. Estos indios fueron dominados pacíficamente por una cultura superior, los indios de Culhúa, que enseñaron a los anteriores habitantes de la Nueva España el cultivo de la tierra, trajeron el maíz y otras semillas, junto con las aves domésticas. Estos indios de Culhúa como «se fuesen multiplicando y fuese gente de más capacidad que los primeros habitadores, poco a poco se fueron enseñoreando de esta tierra» i._ El primer centro de los indios de Culhúa fue Culhuacán y luego, por guerras intestinas, Azcapotzalco. En un tercer momento aparecieron los mexicanos: «El principal seño– río de esta Nueva España, cuando los españoles en ella entraron, no había muchos años que estaba en México o en los mexicanos; y cómo los mis– mos mexicanos lo habían ganado o usurpado por guerra» 15 • Este sería el punto principal de la argumentación: los españoles no habían cometido usurpación alguna propiamente dicha contra los natu– rales del país, ya que estos mismos se hallaban sometidos, por guerra, a unos usurpadores cuando llegaron los españoles. Y esta situación expli– caría, en parte, las alianzas que Cortés pudo llevar a cabo con algunos indios de Anáhuac contra los mexicanos. Más adelante, da Motolinía en su «Carta al Emperador» un consejo que precisamente estaría relacionado con la llegada de los españoles a Nueva España. Los señores de Tezcuco y Tlacuba «luego que los cristianos llegaron y les fue requerido rescibiesen la fe, dieron obidiencia a V. M.», siéndoles quitadas las estancias que dependían de ellos y perdiendo sus señoríos, mientras que otros señores de la tierra siguieron quedándose con sus pueblos. Motolinía ruega al Emperador que enmiende esta situación asignando algunos pueblos a los señores de Tezcuco y Tlacuba 16 • La segunda cuestión enlaza prácticamente con la primera que hemos expuesto, ya que los sacrificios humanos eran una consecuencia del do– minio de los mexicanos 17 • Recuerda, a este propósito, el sacrificio de ochenta mil cuatrocientos hombres, hecho en tres o cuatro días, por el antecesor de Moctezuma, Ahuitzotl. Es de notar que la argumentación de Motolinía no va por el camino de la idolatría, sino por el de los sacrificios humanos y escribe más ade– lante: «Por la cual causa padecían muchos inocentes, y no parece ser pequeña causa de hacer guerra a los que ansí oprimen y matan los ino– centes, y éstos con gemidos y clamores demandaban a Dios y a los hom– bres ser socorridos, pues padescían muerte tan injustamente. Y esto es una de las causas, como V. M. sabe, por la cual se puede hacer guerra» 18 • La tercera cuestión está íntimamente unida con las reglas que Las Casas establecía en el «Confesonario». 14 Motolinía, Carta al Esperador (México 1949) 5L 15 Ibid., 50. 16 Ibid., 77-78. 17 Ibid., 52-53. 18 Ibid., 91.

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