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bla. Sobre la persona de Fr. Luis, "visto a contraluz", tal vez se ha hablado menos. Valga por ello, siquiera corno gesto, este rnodestísimo recuerdo mío de hoy. A tiempos recios, Evangelio puro y sin glosas. Sin caer en tre– mendismos, no hay por qué negar que nuestros tiempos son difíciles. Pero también es cierto que -desde Dios- qualquier tiempo presente es el mejor; porque ahí es donde nos quiere El y donde pone a prueba nuestra madurez humana y cristiana. Tarnbién hoy, por ejemplo, soplan cierzos providenciales sobre la obra de Fr. Luis en España. Pero también Fr. Luis supo de contradic– ciones en climas políticos turbios. Por eso merece la pena su recuerdo. Un hombre en paz, corno él, es algo perfectamente serio. Serio y con– fortador. Dios, en su Providencia, trabaja siempre así. Nos regala cada día la cruz, pero sólo derrama sus gracias en las almas .tranquilas. A la "música callada" y a la "soledad sonora" se llega sólo a través de la "noche oscura" de la renuncia, corno nos recuerda San Juan de la Cruz. Ese es el paso obligado, la puerta estrecha de nuestra vocación de hombres y de creyentes, según Dios, para llegar un día -corno di– ría San Agustín- a "la paz del descanso, la paz del sábado, la paz que no tiene tarde" 90 • "Lo que nos desconcierta y provoca tanto asombro es que, rnien– tms vivimos entre problemas, el santo vive entre soluciones; o, mejor aún, su conducta nos da la solución para todos los problemas que la existencia nos plantea" 91 . ¿Qué solución nos da con su conducta Fr. Luis? La de vivir nuestro "combate espiritual" de cada día desde la humildad, desde la fe y desde el amor; o, en otras palabras, desde la paz. Fr. Luis, con sensibilidad pastoral análoga a la de un San Juan Bosco y con un corazón similar al de San Francisco de Sales, es, sobre todo, franciscano de una pieza. Y, por lo mismo, ha comprendido muy bien --porque las ha vivido intensamente--- la lección de la "perfecta alegría" y esta hermosa bienaventuranza de San Francisco: "Son pací– ficos de verdad los que, en medio de los padecimientos que soportan 90 Las Confesiones, cap. XXXV. En Obras de San Agustín, edic. preparada por el P. Angel Custodio Vega, O.S.A. 5ª edic. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid 1968, p. 600, 50. 91 Lmrrs LAVELLE, Cuatro Santos. Traducción de Jorge Zalamea. Editorial Sudamericana. Buenos Aires 1952, p. 22. - 408-

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