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todo esta espontánea confesión personal a propósito de su hora pro– bablemente más dolorosa: "Tanto para mis Religiosos como para mis Religiosas mi traslado fue, como es natural, una prueba terrible a que les sometió la Divina Providencia -subrayo lo de ''Divina Providen– cia"- y que les costó muchas lágrimas... Por mi parte, aunque con el corazón lacerado al dejar tan sin apoyo a esta~ instituciones que, a mi parecer, debían dar mucha gloria a Dios, pero considerando que, como obra suya, El las ampararía y que todo resultaría en mayor pro– vecho aún de las mismas Congregaciones -luego pondré de relieve estas magníficas motivaciones teológicas--, estaba no sólo resignado, sino aún contento con lo dispuesto por mis Superiores, de tal modo que se admiraban algunos de los Padres ancianos al verme sonreír cuando me despedía de ellos, mientras que ellos se quedaban llorando por lo mucho que sentían mi separación" 60 • , La pregunta que surge, espontáneamente, es ésta: ¿Cuál era el se– creto de la paz de Fr. Luis? ¿Qué "solución" nos da con su conducta para los problemas que la existencia nos plantea? El control de sí mismo, el equilibrio y la profunda serenidad de este hombre sintonizan con algunas de sus cualidades temperamentales más características, por ejemplo, la dulzura, la delicadeza, la bondad, la apacibilidad... Pero no puede olvidarse tampoco el influjo decisivo de una específica educación y de un sistemático esfuerzo ascético. Fr. Luis no fue un teólogo ni un erudito; fue un hombre que supo encar– nar, con ejemplar coherencia, un núcleo de criterios espirituales bási– cos; unos criterios que respondían a las exigencias más íntimas de su personalidad y que aprendió y maduró, sobre todo, en la escuela de San Francisco. Fr. Luis cita con frecuencia y espontaneidad a San Francisco, especialmente como modelo de la interpretación cristiana de la cruz. Cruz que termina siempre en la más "perfecta alegría" espiri– tual 61 . Pero Fr. Luis ha tenido, quizá en buena parte inconscientemente, una fuerte inspiración franciscana a partir de los días heróicos de su noviciado de Bayona. Y aquí aludo a un tema que no ha sido estudia– do todavía -al menos que yo sepa- y que me parece extraordinaria– mente sugestivo. Hay un detalle, que suele pasar inadvertido, en la biografía de Fr. Luis. Me refiero a un hecho que tuvo lugar (proba- 60 Autobiografía, n. 123s. 61 Cfr. ExCMo. Y REVDMO. P. Lurs AMrGóYFERRER, Obispo, Cartas, Circulares y Ordenacio– nes. Madrid 1969, p. 40. lDEM, Exhortaciones pastorales. Madrid 1968, p. 319. 403. 431ss. P. MARIANO RAMo LATORRE, T.C., o.e. vol. I, p. 127; II, p. 39. 168. - 401-

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