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Cierto que las diócesis en que sirvió (Solsona y Segorbe) no fue– ron particularmente conflictivas; pero los tiempos no eran fáciles para ninguno y todo repercutía en su sensibilidad humana y religiosa y en su conciencia de pastor. Rigurosamente fiel al lema de su escudo epis– copal: "Doy mi vida por mis ovejas" 52 , no regateó sacrificios por acercarse a sus diocesanos, por atender a sus sacerdotes y por defender la verdad y los derechos de la Iglesia. En perfecta sintonía con las orientaciones comunes del episcopado, supo intervenir sin cobardías, de manera transparente, y siempre con tonos correctos y mesurados, ilustrando las conciencias sobre los más diversos problemas de actuali– dad y denunciando injerencias y abusos del poder civil. Tales, por ejemplo, a propósito del proyecto de supresión de la enseñanza religio– sa en las escuelas, de la ley de asociaciones, de las elecciones municipa– les, del advenimiento de la II República, de la disolución de la Com– pañía de Jesús, de la persecución religiosa en España, del tema del sacerdote y la política, etc... Una de las cosas -dice él- que le quita– ba el sueño, que le minaba la salud y que más le descorazonaba era ver a los sacerdotes y Pastores víctimas de las leyes vejatorias y la indi– ferencia ante ello de no pocos fieles 53 . No puede decirse que Fr. Luis fuese un pensador o un orador y un escritor brillante; menos aún que tuviese talla de polemista. Por temperamento se inclinaba a la bondad y a la modestia Y. optaba en todo por un estilo directo, simple y persuasivo. Aún siendo obispo supo mantener siempre su talante, su corazón -y hasta su hábito- de capuchino. Con su vida, más aún que con sus palabras y sus escritos, dio siempre el testimonio de una entrega sacrificada, franciscanamente cordial, a las necesidades de su clero, de sus fieles y de la Iglesia, so– bre todo de la Iglesia y de la sociedad españolas de su tiempo. Y por eso, porque vivió de cerca los avatares de un ambiente en constante deterioro sociopolítico, con repercusiones muy sensibles en el área de la religiosidad, sufrió día a día la angustia de un futuro que se precipi– taba y que amenazaba ser funesto. Valga, como expresión de su ansie– dad, esta frase profética que pronunció espontáneamente al enterarse del resultado de las elecciones del 14 de abril del 31: "Virgen Santísi– ma, ayudadnos, porque estamos perdidos" 33 . Su muerte, el 1 de octu- 52 Jn 10, 15. 53 Cfr. ExcMo. Y REVDMO. P. Lms AMIGÓ YFERRER, Obispo, Cartas, Circulares y Ordenacio– nes. Madrid 1969, p. 182ss., 205ss., 233ss., 33 lss., 334s., 338ss., 345ss., 347... Idem, Exhorta– ciones pastorales. Madrid 1968, p. 86ss. P. MARIANO RAMO LATORRE, T.C., o.e. vol. II, llOss. - 399-

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