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Pero la aventura de Antequera no terminó aquí. Tuvieron que ganarse el terreno palmo a palmo, venciendo el recelo y hasta el temor con que los miraba la gente. Para captarse mejor la simpatía del vecin– dario, tuvieron el acierto de contratar al maestro albañil de peores ideas en la población a fin de adaptar modestamente párte del antiguo convento que les cedieron. ''Si bien halagó al hombre la confianza que le hacían los religiosos, no dejaba, sin embargo, de mirarnos con rece– lo; hasta que, por fin, de tal modo nos captamos las simpatías, que con toda espontaneidad les dijo a los Padres: "Cuando ustedes me llamaron vine con prevención por las muchas cosas que contra los frai– les habíamos oído, pintándonoslos como a inquisidores y matones; pero he visto en ustedes todo lo contrario, pues son todo amabilidad y caridad para con los demás, y por ello les digo que no teman ustedes a nada ni a nadie, pues mi cuadrilla y yo estamos dispuestos a defender– les aunque sea con nuestras vidas". Y así fue, porque en los casinos y en todas partes fueron ellos los panegiristas de los religiosos" 28 . El apostolado y la entrega desinteresada, afable y ·cariñosa a to– dos, hizo el resto. Pero, sobre todo, el golpe de gracia lo dio una memorable misión dirigida por el P. Esteban de Adoáin. Parecía que hubiese revivido el Beato Diego José de Cádiz. Y cambió por comple– to el rostro y la vida de una población en la que poco antes se oían los gritos de "Viva Garibaldi" y "Muera el Papa", mientras se profanaban iglesias y se acribillaban a balazos imágenes de la Virgen 29 • He citado estos episodios, correspondientes a los primeros mo– mentos de la restauración de la Orden capuchina en España, porque tienen valor de símbolo y porque dejaron en el alma de Fr. Luis una lección imborrable; una lección que sintonizaba perfectamente con su modo de ser, inclinado a la comprensión, al respeto, a la delicadeza y al aguante cristiano. La táctica de la comunidad capuchina de Ante– quera, guiada por la mano experta del Venerable Padre Esteban de Adoáin, era premeditada y auténticamente franciscana: A tiempos re– cios, Evangelio puro y sin glosas. "Amad a vuestros enemigos... Rezad por los que .os persiguen... Haced bien a los que os aborrecen..." 30 • Como hubiera hecho san Francisco, pacificador de hombres y amansa– dor de fieras, capaz de convertir en ejemplares Hermanos Menores ZH Autobiografía, n. 43. 29 Cfr. P. MARIANO RAMo LATORRE, T.C., Mensaje de amor y de redención. El Siervo de Dios P. Luis Amigó Ferrer, vol I. Valencia 1973, p. 45ss. 30 Mt 5, 44ss.; Le 6, 27ss. - 394-
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