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Ascenso vivencial de san Francisco 261 esta comunión viva de Francisco con Cristo llega a una máxima intimidad. A lo largo de los siglos se le ha llamado Alter Christus. Pío XI canonizó esta fórmula en la encíclica Rite expiatis, dada con ocasión del séptimo centenario de la muerte del Santo 15 • El porqué de esta histórica fórmula se halla en que Francisco se mostró ante el mundo con las mismas insignias que Cristo: las llagas santas. T. de Celano, en una de sus clarividentes intuiciones, anticipa esta impresión de las llagas a los días de la conversión del Santo, cuando le habla el Crucifijo de San Damián. Así razona comentando el diálogo de Francisco con Cristo: «Desde entonces se le clava en el alma la santa compasión por el Crucificado y, como puede creerse piadosamente, se le imprimieron profundamente en el corazón, bien que no todavía en la carne, las venerandas llagas de la pasión» 16 • Este autorizado testimonio de la intimidad de Francisco con Cristo Crucificado halla comprobación plena en el Officium Passionis, compuesto, a su manera, por Francisco para su rezo privado. Se ha dicho rectamente 17 que el horizonte último de los salmos de este oficio no es el Hijo sino el Padre, a quien el Hijo dirige su plegaria en un clima de tierna confianza y de exultante gozo filial. Ante este divino coloquio Francisco venera en Cristo su condición de mediador ante el Padre. De aquí que en la recitación de los diversos salmos haga hablar a Cristo, como Hijo de Dios, en comunión con su Padre. Tan íntimamente se une Francisco a este coloquio, que hay momentos en que parece identificarse la voz de Francisco con la de Cristo en la veneración del Padre. Tan preclara intimidad en este Officium Passionis motiva que, en alguna ocasión, no sea posible determinar si el salmo que rezaba el Santo lo ponía en labios de Jesús, Hijo de Padre, o en sus propios labios. Ciertamente que las más de las veces la sentida invocación, Mi Pater sancte viene en labios de Jesús. Pero las muchas veces que éste la pronuncia y las pocas que brotan de labios de Francisco prueban la intimidad de éste con Cristo en estos momentos de su rezo. Volveremos sobre tema tan hondo e incitante. Esta intimidad alcanza su cumbre en el monte Alvemia. Ahora bien: ante esta suprema intimidad de Francisco con Cristo viene a la mente el final del Itinerarium mentis de S. Buenaventura. Este lo inicia con el recuerdo de las seis alas del Serafín, quien imprimió en S. Francisco las llagas, símbolo de las seis elevaciones por las que el alma asciende hacia Dios. Ahora, en las 15 Analecta Ordinis Minorum Capuccinorum 42 (1966) 166. 16 JI Cel., n. 10 (B.A.C., 236). 17 T. MATURA, o.e., 110.

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