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284 Enrique Rivera amado Hijo, que nació de la bienaventurada Virgen María». Siguen a estas palabras de Francisco los testimonios literalmente bíblicos: «Él me invocó: Tú eres mi Padre; y yo lo haré mi primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra» (Sal 88, 27-28). «En aquel día, el Señor envió su misericordia, y en la noche su canto» (Sal 41, 9). Ante el reclamo de estos textos sacros surge del alma de Francisco la aclamación litúrgica: «Haec est dies quam fecit Dominus - exultemus et laetemur in ea» (Sal 117, 24) 66 . Y de nuevo recuerda con candor agradecido el momento central del gran misterio de misericordia: «Porque se nos ha dado un santísimo niño, muy amado, que nació por nosotros fuera de casa y fue colocado en un pesebre, porque no había sitio en la posada» (cf. Le 2, 14). A este recuerdo de la Nochebuena une Francisco el canto que se oyó en las alturas, entonado por los ángeles del cielo: «Gloria al Ser1or Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad» (Le 2, 14). I ,o comenta con estas alabanzas sálrnicas: «Alégrese el cielo y exulte la tierra, conmuénvanse el mar y cuanto lo llena; se gozarán los campos y cuanto hay en ellos» (Sal 95, 11-12). Francisco, después de añadir otras citas exultatorias en honor del plan salvador del Padre, realizado por su Hijo en carne, cierra su himnología, reiterando con nueva insistencia su reclamo a la cooperación humana: «Mantened finnes vuestros cuerpos y cargad con la santa cruz de Jesús; seguid hasta el final sus santísimos preceptos 67 • Sin embargo, esta cooperación exigente que pide Francisco no puede dejar en penumbra su piedad filial al Padre, que quiere se halle presente en todos sus hijos, los redimidos por la sangre de su Hijo. Esta piedad la inserta Francisco en la institución, organizada por Jesús, que es su Iglesia. Tan hondo tema, que nos sale al paso, pide un detenido comentario ahora al final de esta reflexión. Hoy somos muy sensibles a ver la Iglesia como carisma en cuanto Cuerpo Místico de Cristo y como organización jerárquica, desde el Papa hasta el último párroco de aldea. Los franciscanistas han querido poner en claro las relaciones múltiples de Francisco con la jerarquía de la Iglesia. Les obligaba a ello el dar respuesta adecuada al reproche constante de P. Sabatier contra la jerarquía eclesial por el supuesto intento de manipular la obra de Francisco hasta llegar en parte a falsificarla. Reconocen, a su vez, que Francisco fue parco en exponer su visión doctrinal de la Iglesia como carisma. Pese a ello creemos que Francisco tiene momentos de excepcional 66 Ojficium Passionis. Pro tempore Nativitatis Domini. Ad Vesperam in Nativitate Domini, Ps. XV, v. 6, en Opuscula..., 220. 67 O. c., v. 13, 221.

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