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Ascenso vivencia! de san Francisco 277 Cuando hoy el tema de la nada nos envuelve y amenaza aniquilamos en su nihilismos, un aire de consuelo y de esperanza brota del dicho santo de Francisco que terminamos de citar. Este, si bien toma plena conciencia de su nada, se siente invadido por la bondad de Dios, que viene siempre en su ayuda. A esta bondad se cree asido. Entonces eleva a la misma su cántico de alabanza, su «mysterium laudis», como tema primario de su fervorosa liturgia. El otro motivo aludido yo diría que es todavía más netamente franciscano. Consiste en ver todas las criaturas en sí y en su historia como «don de Dios>,. En un estudio anterior 50 , hemos indicado que la visión de todas las cosas como don de Dios, indujo a Francisco a vivir en altísima pobreza: en radical dependencia del Dios Creador. La pobreza franciscana tiene aquí su más alta razón de ser. En nuestra reflexión actual añadimos que el ver todas las cosas como don de Dios lleva a Francisco a tomar una actitud de reconocimiento agradecido. En verdad: ante Dios donador no cabe otra postura digna que la de reconocer su don divino y agradecerlo. La expresión de este agradecimiento cordial se transforma por Francisco en canto de alabanza. De este canto de alabanza, elevado a Dios por Francisco, hallamos un caso ejemplar en el cap. XXIII de la RnB. Se le ha dado este título: Oratio et gratiarum actio. Difícil hallar algo semejante en las reglas monacales. Ni a San Francisco le fue posible mantener este capítulo en la Regla bulada, retoque de sus manos bajo el influjo aceptado del legalismo eclesial, muy del gusto de su protector, el Card. Hugolino. Durante larga tradición se pensó que toda regla debe prescribir una normativa impersonal para poder regular la vida del claustro. Frente a lo carismático, optaron las reglas monásticas por lo normativo. La mente seráfica de Francisco no se plegó a esta dicotomía. Sabía mandar. Y en ocasiones, hasta con rigor. Pero al mandato riguroso acompañaba siempre la motivación carismática. Caso ejemplar, el de la pobreza, como hemos visto en el estudio anterior citado. La exigía con firmeza. Pero siempre fundado en el motivo carismático de que Cristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, según el dicho del apóstol (2Co 8, 9), que reiteradamente recordaba. Al margen, pues, de las reglas monásticas Francisco quiere que sus hermanos menores no sólo cumplan lo reglamentado por la ley, sino que vivan su contenido en perenne canto de alabanza. Que el «mysterium laudis» 50 Esencia de la pobreza practicada por Francisco, en Naturaleza y Gracia 44 (1997) 371-414.

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