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268 Enrique Rivera misericordia por la que desciende a nosotros, para redimirnos, consolarnos y salvarnos. Al Padre Nuestro que está en los cielos, lo contempla rodeado de los ángeles y de los hombres, a quienes ilumina en su conocer, inflama en su amar, y hace mansión en ellos para comunicarles plena beatitud. Motiva su aserto en que Dios es la luz, el amor y el bien. Que sea Dios luz y amor, Francisco lo leía constantemente en el texto bíblico, comentado por la tradición cristiana. Pero que llame a Dios «summum bonum», « a quo omne bonum», sine quo nihil bonum» 32 deja entrever una perspectiva histórica muy distinta. Este adjetivo neutro, pese a ser tan repetido por los escritores medievales, hay que declararlo originario del platonismo y extraño a la mentalidad bíblica. Esta canta siempre a Dios llamándole bonus. Así reiteradamente lo proclaman los Salmos: C01¡fitemini Domino quoniam bonus... - confesad al Señor porque es bueno... - Culmina esta mentalidad bíblica en las palabras de Jesús, que repiten los tres sinópticos: «Solo Dios es bueno». Gran tema nos sale al paso sobre el que luego volveremos. Por ahora baste esta mención. Nos toca al presente glosar un tercer momento de la paráfrasis de Francisco al Padre Nuestro. Versa sobre la interpretación del pan de cada día de la cuarta petición. Francisco no se preocupa del pan de la mesa diaria, pues en caso de faltar, acude a la mesa del Señor, pidiendo limosna. A esta economía terrena la deja aquí marginada. Asciende a ia economía del plan de salvación. Mira entonces a su Padre bueno, a quien le pide: «Danos hoy a tu Hijo Amado, nuestro Señor Jesucristo». Le promete en retorno «recordar, comprender y reverenciar el amor que él nos tuvo y cuánto hizo, dijo y padeció» 33 . Un armónico de esta filial melodía de Francisco resuena en la primera de sus Admoniciones, en la que evoca el pan misterioso de la Eucaristía, dirigiéndose a todos con estas palabras: «Ved que diariamente (el Hijo de Dios) se humilla, como cuando desde el trono real descendió al seno de la Virgen; diariamente viene a nosotros Él mismo en humilde apariencia; diariamente desciende del seno del Padre al altar en manos del sacerdote. Y como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera, así también ahora se nos muestra a nosotros en el pan consagrado» 34 • En verdad este clima espiritual de Francisco nos hace gustar y regustar el misterio de la Paternidad de Dios en su Hijo amado Jesucristo y en 32 Expositio in Pater Noster, n. 2, en Opuscula..., 158. 33 fapositio in..., n. 6, en Opuscula..., 160. 34 Admonitiones, cap. I: De corpore Domini, n. 16-20, en Opuscula..., 61.

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