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152 Jaime Rey Escapa be el hombre como algo absolutamente correspondiente a su naturaleza, la cual tiende hacia un conocimiento y hacia un amor más grande 173 : Concedo que Dios es fin natural del hombre, asequible, pero no natural, sino sobrenaturalmente 174 . Toda criatura racional está inclinada a la perfección. En el lenguaje bíbli– co esta inclinación se traduce en términos de amistad: el hombre ha sido de– stinado a la amistad con Dios. Esta perfección no se puede conquistar por la fuerza natural, sólo se consigue con la intervención del don gratuito de Dios, es decir, con la gracia. La escuela franciscana, en el tema de la gracia, asegu– ra la absoluta gratuidad de nuestro destino en la libertad incondicionada de Dios, y en el innegable apetito de la perfección inalcanzable desde el hombre. La inclinación o deseo natural del sobrenatural se identifica con la esencia del hombre abierto siempre a la maravillosa amistad con Dios, pero al mismo tiempo absolutamente dependiente de esta amistad divina, misterio de amor en la libertad 175 • El misterio del hombre es el misterio de una libertad que se actúa en la di– mensión del don gratuito de la gracia: misterio de libertad por parte de Dios y misterio de libertad por parte del hombre. Esta libertad tiene sus raíces en la naturaleza abierta del hombre a recibir y dar en comunión. Según la antropo- 173 La teología franciscana salva perfectamente la transcendencia del sobrenatural aplicando los conceptos de contingencia y libertad a la acción «ad extra» de Dios. Dios es libre en su voluntad y su libertad incluye la posibilidad de términos contingentes «ad extra». Sólo la voluntad divina en cuanto que se confunde realmente con la misma esencia de Dios, puede explicar que su esencia venga a ser, contingentemente, de un modo libre y totalmente gratuito, término inmediato de la operación de los seres creados. De esta manera se pueden unir elementos tan paradoxales como la perfección del hom– bre y la transcendencia de la visión divina. Cf. BERNARDINO DE ARMELLADA, Transcendencia y volzm– tarismo, 141-147. 174 "Concedo Deum esse finem naturalem hominis, sed non naturaliter adipiscendum sed super– naturaliter". Ord., prol., p. 1, q. un., n. 32 (ed. Vat., I, 19). 175 El apetito natural es la inclinación de un ser hacia su propia perfección. Cf. Ord., IV, d. 49, q. 10, n. 3 (XXI, 318b-319a). El término deseo o apetito es una expresión metafórica, porque no designa el acto de una facultad. Es anterior a todo conocimiento y no añade ninguna cosa de la que decimos que posee tal inclinación. El llamado deseo natural del sobrenatural no es otra cosa que la perfectibi– lidad de cada naturaleza intelectual lo que no comporta exigencia, sino solamente posibilidad. Por con– siguiente el deseo natural del sobrenatural, en cuanto inclinación a la perfección, no puede ser otra co– sa que Dios en su misma intimidad. Tal deseo (inclinación, apetito) significa apertura al amor infinito.

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