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166 José Ángel Echeverría Desconocemos si existía una cierta centralización de la economía en cada provincia o en qué modo se contribuía a las necesidades provinciales. Pero es evidente que se hacía porque por ejemplo el hábito se lo proporcionaba el provincial a cada religioso cada trienio con los medios de que disponía "el sello" (provincia); y también en tiempo de reconstrucciones o reparaciones importantes. Con todo, parece que cada convento disfrutaba de una gran autonomía; siendo evidente que el síndico apostólico tenía un libro en el que se anotaban las limosnas personales de los religiosos (de las que podían disponer para sus necesidades con el consentimiento del guardián), conseguidas con la predicación y con los estipendios de las misas (cada semana se le concedía al religioso el estipendio de una o dos misas).

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