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LA EXCEPCIÓN DE LA INMACULADA 47 ¡Madre de Dios!... Aquí entra vértigo... casi sobre Dios, como la madre está por encima de los hijos y éstos deben venerarla...." 7 •• 2. Valorando la elocuencia del silencio. María es la Madre de Dios. Esto le bas– taría a san Lorenzo, porque piensa que también le basta al Espíritu Santo, al menos respecto de la Concepción de María. Así, después de presentarla como Madre de Cristo, dice Lorenzo, para declarar de manera admirable la inefable e incompren– sible dignidad y nobleza de María, lo hace con el silencio, consciente de que no se puede explicar de ninguna manera 8 • En otro momento Lorenzo imagina una nueva razón para el silencio de la Sagrada Escritura sobre la concepción de la Virgen. Dice: "Cuando los evangelistas, no movidos por razones humanas, sino inspirados por el Espíritu Santo, confiaron al recuerdo perpetuo la historia divina del Evangelio, fue voluntad de Dios que no hablaran explícitamente de la concepción y nacimiento de la Virgen María, para que no pensemos cosa menos digna oyendo que fue concebida de un padre y de una madre igual que cualquiera de los mortales. Más bien la quiso honrar con un sagrado silencio, como fue honrada con el silencio la creación del paraíso celeste y de los ángeles" 9 • Es un pensamiento antiguo expresado con infinidad de aforismos la riqueza del silencio frente a la pobreza a veces perturbadora de las palabras. Le viene a uno el recuerdo de las Florecillas de san Francisco, donde se cuenta de una visita que el santo rey de Francia, Luis IX, hizo de incógnito al compañero de san Francisco, Fray Gil. La historia, seguramente fantástica, dice que se abrazaron durante largo tiempo y se separaron sin decirse palabra. Una vez ausentado el rey, los hermanos se percataron de quién había sido el visitante y reprocharon a Fray Gil la desatención de no decirle ni una palabra. A esto respondió Fr. Gil, dando la razón del silencio de ambos: "Herma– nos carísimos, si hubiéramos querido explicar con la voz lo que sentíamos en el cora– zón, hubiera servido más bien de desconsuelo que de consolación, por la limitación de la lengua humana, que no es capaz de expresar los secretos misterios de Dios. Así, pues, 7 Maximiliano M. Kolbe, Carta al P. Antonio Vivoda, en Escritos, Roma 2003, 1080. 8 "Proponitur nobis finis altissimus ad quem ordinata et praedestinata fuit Maria. Alta pro– phetia profecto haec est hodierni Evangelii, quae ut ineffabilem incomprehensibilemque digni– tatem et nobilitatem Mariae mirabili modo declaret, silencio id facit, sciens quod nullo modo explicari potest". Sermo 111, n.l, 438s. 9 "Sic utique, cum Evangelistae non humano spiritu ducti, sed Spiritu sancto inspirati sa– cram Evangelii divinamque historiam monumencis aeternis demandarent, noluit Spiritus sanctus ut de Mariae Virginis conceptione et nativitate quidpiam dicerent, ne quid vile putaremus de ea audientes eam ex patre matreque ad instar aliorum quorumvis hominum natam atque conceptam; sed sacro silencio voluit eam honorare, sicut silencio honestata est coelestis paradisi et Angelorum creatio". Sermo V, n.l, 454.
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