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LA EXCEPCIÓN DE LA INMACULADA 57 11. Elpropiciatorio y el arca de la alianza. Siempre en su justificado afán de des– cubrir figuras marianas en la S. Escritura, Lorenzo penetra en el sancta sanctorum, que albergaba el propiciatorio, el arca de la alianza y los Querubines. Y allí quiere ver re– presentado en figura profética el misterio de la salvación: el propiciatorio es Cristo; el arca de la alianza, María; y los querubines, los ángeles que asisten solidarios al designio de Dios sobre el mundo. Le resulta fácil aplicar el propiciatorio a Cristo recordando la afirmación de Juan: Él es la propiciación por nuestros pecados (l Jn 2,2). Tampoco le es difícil ver a María anunciada en el arca de la alianza, contando con el apoyo de la tradición patrística. Una y otra vez, más de cien en todo el Marial, acude al símbolo - incluso prototipo del arca - para exaltar la misión y extraordinaria santidad de María. Ve un presagio en el salmo 132: Ven a tu morada, tú y elarca de tu majestad ( Sal 132,8). Y resulta claro aquello de dichoso el vientre que te llevó (Le 11,27) y el Señor es contigo (Le 1,28). Pero no le basta esta referencia general. Por dos veces en los sermones sobre la Inmaculada se entretiene en analizar unos datos objetivos o materiales, con los que hace falta imaginación para deducir aplicaciones detalladas a Cristo y a la Virgen: el propiciatorio, que era una plancha de otro purísimo, signo y lugar preferente de la manifestación de Dios tenía medibles las dimensiones de longitud y anchura, pero no la altura, pues como cosa plana, se podía considerar abierto al infinito. El arca, como urna contenedora, tenía las tres dimensiones de nuestro espacio: longitud, anchura y altura o profundidad. ¿Y qué le sugiere esto a Lorenzo? Antes de proceder con su discurso, dice expresamente: "Quiero advertir, si no me engaño, que en todo esto no se puede desatender lo que encierra de misterio". Y continúa: "El arca es comparada al divino propiciatorio, ajustándose a él en las medidas. Era completamente igual en lon– gitud y anchura, pero no en altura; pues la altura del divino propiciatorio no se mide; sí la longitud y anchura, en lo que el arca era absolutamente igual (cfÉx 37,1-6). Pero ¿cuál era la longitud del divino propiciatorio? La longitud de Dios es la eternidad; la anchura, la inmensidad que todo lo llena; la altura, la infinita excelencia en toda perfección. La longitud de Cristo va desde el primer instante de su concepción hasta el fin de su vida; su anchura es la plenitud de los divinos carismas: El Verbo se hizo carne... lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14). La altura es infinita, no puede medirse: Pues el Padre no le dio el espíritu con medida (Jn 3,34); su gracia y su santidad son in– finitas, infinitos sus méritos. ¿Qué significa, pues, que el arca fuera igual en absoluto ba mea, una est perfecta mea, hebr. immaculata mea; sunt enim hebr. tres voces símiles: tham, tha– mah et thamim, quarum prima simplicem significar, media immaculatum, postrema perfectum; hic autem hebr. media est. Hac autem racione Virgo sanctissima una tantum est super omnes reginas, concubinas et adolescentulas, quoniam immaculata est, sicut purissima columba, sicut ipse sol, qui luce plenus conditus fuit. Hinc etiam dicitur; Tota tu pulcra, amica mea, et macula non in te. Sin– gulariter loquitur: Tota tu, et: non in te, quia haec singularis est gracia Mariae". Sermo X, n.V, 496.
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