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BONAVENTURA SEMPER DOCENS 627 teología del símbolo. En el ejemplarismo, visto en sus raíces platónicas y agusti– nianas, estaría la médula de la metafísica de San Buenaventura, que automática– mente traspasa los límites del discurso natural. Lo que en Platón sería una idea, en Buenaventura es el Verbo en la Trinidad. Y es en la reflexión sobre Cristo como medio en la Trinidad donde L.P. trata de aquilatar las relaciones entre Dios y las cosas creadas, vistas como relaciones de expresión: Todo se resumiría en un ejemplarismo activo o ejemplante que es Dios creador a través del Verbo (como es visto de modo especial en el Breviloquium), y un ejemplarismo que, con Bissen y Bougerol, L.P. llama pasivo, e. d. en las cosas 'ejempladas', que se refieren a Dios como vestigios o imágenes (como es la visión del Itinerarium) (75-80). Luego se inserta una exposición histórica de la 'teología del símbolo' distinguiendo la doble concepción 'sígnica' y 'simbólica' en la teología medieval, para esclarecer el simbolismo en el esquema bonaventuriano, integrando la doble visión de la realidad, natural e histórica, herencia del símbolo dionisiano y del signo de Agustín. Así es como, "tomando como base las fuentes, Buenaven– tura va configurando la metqftsica de la expresión, que explica la realidad más en lo que significa, que en lo que es" (101). El ser creado, precisamente en el valor ontológico de su vanidad, es esen– cialmente referente al Ser ejemplar del que es expresión. Entra aquí la doctrina bonaventuriana del Dios Uno y Trino en su doble nombre de Bien y Ser, elaborada especialmente en el Itinerarium y hasta hoy profusamente estudiada. El estatuto metafísico del ser finito como expresión sígnica y simbólica se desarrolla en una reseña cuidada de los primeros capítulos del Itinerari11nr. El descubrimiento de Dios "en" (in) las realidades creadas y "a través de" (pei') las mismas, indicaría que la expresión simbólica in es la que condiciona la sígnica per (130). No se le pasa a L.P. advertir que "la concepción semántica de la realidad, que introduce el símbolo, sigue vigente en el pensamiento actual y comparte una vocación universal" (138). Pasando a la función que la cosmología bonaventuriana desempeña en su pensamiento, se nos dirá que su modelo del cosmos "no es sólo una conse– cuencia de un modelo filosófico teológico, más bien nos hace pensar que es la exteriorización física de una metafísica implícita, algo así como la confirmación espacio-temporal de la especulación filosófica" (146). Pero ese cosmos que hoy sabemos es físicamente distinto, no perdería su significación trascendente en cuanto "contemplación religiosa y estética" (147). Lo mismo valdría para el re– lato mítico de la creación en la Escritura y las teorías medievales sobre la luz. Lo que importa subrayar ante todo es la implicación sustancial del mundo creado en la historia de la salvación: el cosmos, como expresión del acto creador de

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