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626 BERNARDINO DE ARMELLADA El capítulo se 6,1.mdo se dedica a señalar los presupuestos del pensamiento bonaventuriano. Lógicamente advierte que la cosmovisión medieval está centra– da en la fe y sentido religioso de toda la realidad. ¿No será ya esto un impedi– mento para la filosofía como tal, que ha de moverse con la fuerza de una razón originalmente no condicionada? (36) En este aspecto la invasión aristotélica en el pensamiento medieval creaba ciertamente dificultades a una teología que hasta entonces se había sentido relativamente cómoda flanqueada por las diver– sas derivaciones del platonismo. Aunque L.P. cita autoridades modernas que no ven un condicionamiento absoluto por parte de la fe en autores medievales que supieron habérselas con las nuevas formas de pensar, reconoce, sin embargo, que en Buenaventura la supuesta independencia de su filosofía es una cuestión que se hizo especialmente viva a partir del siglo XIX. En medio de las interpre– taciones que se hicieron clásicas, L.P. deja constancia de un 'Sitz im Leben' ciertamente interesante: Buenaventura vive en un mundo espiritual distinto de la especulación abstracta, que L.P. llama.fimna mentis de Francisco de Asís (48). La filosofía en Buenaventura sería, siguiendo a Veuthey, auténtica filosofía, pero filoso fía cristiana "controlada, guiada y completada por la Revelación" (51), y consistiría en la búsqueda de la sabiduría: con principios y conclusiones for– malmente aristotélicos, que juzgan en concreto de las cosas a través de la razón natural, pero que últimamente reciben de la revelación la respuesta que filosó– ficamente no se puede encontrar para los problemas fundamentales del hom– bre. "Unas dimensiones etiológicas y escatológicas consideradas por Buenaven– tura bajo formulaciones metafísicas específicas que constituyen el verdadero trabajo metafísico y filosófico" como se expresa en el célebre paso de las Cola– ciones sobre el Hexaémeron: "Éste es el medio metafísico, que reduce, y ésta es toda nuestra metafísica: de la emanación, de la ejemplaridad, de la consumación, es decir, ser iluminados por los rayos espirituales y reducidos al Sumo. Y así se– rás verdadero metafísico" (59) . Aquí me parece que L.P. adelanta ya la idea de su libro: la metafísica de las criaturas no sería tanto su razón de "entes" (aristo– telismo), cuanto su razón de ser "obra de Dios". El 'medium metaphysicum', que no es otro que el Verbo encarnado. Verdadera filosofía y verdadera teología, aunque distintos modos de saber, coinciden en la búsqueda de la Verdad con sus instrumentos respectivos: la ra– zón natural y la revelación. De la pregunta sobre "los elementos que intervienen en la metafísica de la criatura", L.P. pasa, identificándola, a la cuestión de "si cabe hablar en la metafísica bonaventuriana de 'metafísica de la expresión"' (62). Para esclarecer esta cuestión (que sería filosófica y, por tanto, a cargo de la razón natural), L.P. cree necesario el análisis del ejemplarismo metafísico y la

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