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318 BERNARDINO DE ARMELLADA viendo en cierto modo al pasado, por ejemplo, en lo tocante a la forma de ase– gurar el mantenimiento económico de los monasterios (cf. 208). Un trabajo paciente de archivo y sociológicamente interesante llena el ca– pítulo III: Origen social de les vocadones, des de les primeres novícies a l'esclat de la guerra civil (1599-1936) (211-237). Reducido el informe a Cataluña y Mallorca, no fal– tan mujeres nobles, de clase media (ciudadanas o campesinas) y buena parte de origen humilde, motivadas éstas por el hecho de que las capuchinas no exigían dote. Sí se exigía, como era norma de la Iglesia, la pureza de sangre. La proce– dencia rural será siempre significativa. Por otra parte, advierte el A. su dificultad para muchas precisiones al respecto, ante la parquedad de referencias en los 'expedientes de admisión' (219). Evidentemente la llamada de Dios penetra, sin excluirlas, las diversas situaciones humanas. Bajo el título L'expansió de les monges caputxines a Cataluf!)'a i Mallorca (cap. IV, 239-351), se repasa la historia de cada uno de los conventos catalanes y el de Mallorca: El protomonasterio de Santa Margarita la Real, de Barcelona (*1599); el monasterio de la Anunciación, de Gerona (*1609); el de San Carlos Borromeo, de Manresa (*1638);, el de la Purísima Concepción, de Ciudad de Mallorca (*1662); el de la Asunción de Mataró (*1730). Dentro de la geografía y de la historia de España, la tranquilidad de la vida contemplativa de las capu– chinas catalanas fue sucesivamente perturbada e incluso interrumpida con la exclaustración, como en los días de la guerra de sucesión entre los Austrias y los Barbones. Las religiosas de Barcelona tienen que dejar el monasterio por algún tiempo (1705). Un siglo más tarde la ocupación napoleónica (1809) supu– so una nueva inquietud para las capuchinas. En 1835 se ven forzadas a exclaus– trarse hasta 1844, en que el regreso al convento, incluso después del concorda– to de 1851, quedaba condicionado a ciertas prestaciones de beneficencia. De nuevo la revolución "gloriosa" las obligó a dejar la casa de Barcelona refugián– dose en el convento de Mataró. Al regreso, en 1877, encontrarán el edificio tan maltrecho y sin posibilidades económicas para restaurarlo, que tienen que ven– derlo para buscar otra casa menos costosa en San Gervasi de Cassoles, a las afueras de Barcelona. La 'Semana Trágica' de 1909 lo fue especialmente para las capuchinas. Destruido su convento con el archivo y con otras profanaciones por parte de los revolucionarios, tienen que acogerse al Hospital Clínico de Barcelona. Con el establecimiento en casas provisionales o acudiendo a la hos– pitalidad de las Hermanas de Gerona o Zaragoza llega la revolución de 1936 con nueva expulsión de la clausura y la búsqueda de escondites para no ser ase-

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