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DOS LIBROS SOBRE EL FRANCISCANISMO FEMENINO 317 confesando que ya no le era posible desprenderse de tal maravilla: "Uno está totalmente en suspensión; no se sienten las propias manos. No es como en la tierra, donde uno nota el suelo y los codos se sienten apoyados en los brazos del sillón. La única cosa que yo siento son mis pensamientos" 9 • Bastaría cam– biar 'pensamientos' por 'amor', y 'pérdida de la gravedad' por 'mortificación de los sentidos'. No se le escapa a V. Serra la idea de que un menosprecio aparentemente tan absoluto del mundo es poco acorde con la espiritualidad franciscana (166) . Las capuchinas tendrían, como San Francisco, que pedir perdón al 'hermano cuerpo' por la penitencias exageradas que le impusieron. Habrá, sin embargo, que mirar todo a la luz del amor, para el que se dice que no hay término medio. Una visión equilibrada exige que las leyes de cualquier comunidad se man– tengan siempre dentro de la prudencia, como lo expresará en el Manual Seráfi– co de 1909, donde se rechazan las "penitencias ridículas y repugnantes a la edu– cación y a la urbanidad", y "que no debe mortificarse a nadie contra las reglas de la limpieza, higiene y urbanidad" (186). Toda la descripción que V. Serra hace de la vida cotidiana de las capuchi– nas refleja, además de la relativa monotonía de recogimiento y silencio en el ais– lamiento del mundo en una estricta clausura, las variaciones reconfortantes con la diversidad de los tiempos litúrgicos, con sus fiestas - muchas de ellas cele– bradas con solemnidad -, las distintas prácticas de devoción: con evocaciones sugestivas y tiernas como la Navidad, con la meditación compungida uniéndose al sufrimiento de Cristo en su Pasión, con la adoración extasiada ante la Euca– ristía, con la esperanza alentadora del 'fin feliz en la resurrección gloriosa: todo ello vivido con sensibilidad femenina en compañía de la Virgen María. El A. recoge en este capítulo otros aspectos que ilustran al lector sobre temas como las condiciones para el ingreso y formación de las vocaciones, la dote de las novicias, la administración de los bienes y las visitas episcopales, el ritual de las exequias, etc. Y, refiriéndose a las nuevas Constituciones, aproba– das por Pío XI (1927) y vigentes hasta el tiempo del Vaticano II, anota que en ellas se mantienen las observancias tradicionales con alguna mitigación, vol- 9 «You just hang; you can't feel your hands», she told Colorado Engineer magazine. «It's not like on earth, where you can feel the ground and your elbows feel the chair. The only thing I feel is my thoughts» (Time, february 2, 2003, p. 26).

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