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DOS LIBROS SOBRE EL FRANCISCANISMO FEMENINO 313 18,23-33). Los pueblos eran conscientes de que valía la pena ayudarlas mate– rialmente en su vida de oración penitente y escondida. Desde esta perspectiva se puede leer con ad_miración y agradecimiento el empeño de esas mujeres por ser fieles al ideal de su vida enamorada. Al mismo tiempo se nos hace forzoso recordar con vergüenza la incomprensión y utilita– rismo material con que las fue tratando nuestra propia historia. Este pienso que es el mensaje virtual de este libro sobre las capuchinas, las cuales surgen dentro del franciscanismo con ansias de dar impulso nuevo y renovador al ideal primi– genio de Santa Clara. El primer capítulo, dedicado al monasterio de Barcelona, inicio de la ins– tauración de las capuchinas en Cataluña y luego en toda España, recuerda pre– viamente la fundación de las mismas monjas capuchinas en Nápoles, como re– forma de las Clarisas: Els inicis de les monges caputxines a Ndpols i a Barcelona (57- 123). Guía inicial de la nueva reforma fue la mt!Jer catalana María Lorenza Longo (Llong), nacida probablemente en Lérida (1493). De la familia noble de los Llo– rens, fue esposa del jurista valenciano Joan Llong, regente (o virrey) de Nápoles en nombre de la Corona de Aragón. Viuda desde 1510, se vio afectada de una enfermedad incurable de la que obtuvo milagrosamente la curación en Loreto. Allí pidió vestir el hábito de terciaria franciscana y, a su regreso a Nápoles, se dedicó al servicio de los enfermos más pobres. Con la colaboración de María de Ayerbe, duquesa de Térmoli, fundó un monasterio de clausura, que en 1538 se puso bajo la dirección de los capuchinos y recibió de Pablo III la facultad de profesar la Regla de Santa Clara según la reforma de Santa Coleta. Era en reali– dad la Regla que prescribía una pobreza absoluta como la vivió Santa Clara y las primeras "damianitas", y que sería aprobada por Inocencia IV el 9 de agosto de 1253. Al día siguiente se la entregaron a Santa Clara, que la besó emocionada en su lecho de dolor, justamente la víspera de entregar su alma a Dios (11 de agos– to de 1253). El rigor de esta Regla fue suavizado por Urbano IV en 1263 me– diante otra Regla de corte benedictino y con autorización para tener posesiones que aseguraran económicamente la pervivencia del monasterio. El propósito de María Lorenza Longo, con las compañeras de su mo– nasterio napolitano, denominado "Santa María en Jerusalén", fue resucitar la primera Regla viviendo en una pobreza radical y absoluta, en una fraternidad de estilo franciscano y con una austeridad inspirada en la reforma de los Ca– puchinos. En 1555 un breve pontificio de Pablo IV convertía a María Loren-

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