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DOS LIBROS SOBRE EL FRANCISCANISMO FEMENINO 325 y material, dos apartados - Un camino de peifección (172-180) y Hacia la santidad (180- 186) - recogen datos específicos de lo que es la vida en un monasterio. En primer lugar se subraya el hecho de que, no obstante una cierta fama de que el monaste– rio de Lorca estaba formado por "personas pertenecientes a la nobleza", se apre– ció especialmente "la vida ejemplar de algunas de sus religiosas, fuesen de la con– dición que fuesen" (173). Se mencionan Inés de Jesús María Correa y Alarcón (noble), María de Jesús García (hija de labradores), y sobre todo, María de la Co– lumna (t 1786), para la que se instruyó el proceso de beatificación, que, como tan– tos, espera quien lo resucite. Viva sigue, sin embargo, su exhortación continua "¡amemos a Dios!' y el ejemplo de las virtudes de "obediencia, caridad, humildad profunda, paciencia inalterable y tiernísima devoción" (181). Una pe~tencia de la venerable, que todavía hoy se recuerda, era encerrarse en un hueco reducido bajo una escalera y permanecer allí largo tiempo a solo pan y agua. La Madre Berta de Jesús Meseguer (t 2002), varias veces abadesa, cuenta que "intentó una vez hacer el mismo ejercicio y tuvo que abandonarlo al poco tiempo con fuertes dolores de cuerpo y de cabeza" (186). El trascurso cambiante de los tiempos no nos debería impedir admirar lo quizás ya no imitable. La demografía y economía del monasterio son aspectos no ajenos a la rea– lidad misma de la historia personal y comunitaria. Hoy llama especialmente la atención lo que se dice de los censos o imposición del dinero a bajo interés en los conventos y que, en el siglo XVII, "éste, y tal vez otros conventos, eran verda– deros bancos rurales" a favor de las gentes más sencillas, sabedoras "de la gran capacidad de ahorro e inversión de las religiosas" (202). La situación variará os– cilante y "el déficit hasta el año 1975 fue una constante para la comunidad de clarisas de Larca... Las aportaciones extraordinarias, vía limosna, sirvieron en muchas ocasiones para nivelar presupuestos que hacían presagiar pequeños naufragios financieros" (207). El capítulo V - De la Ilustración a la guerra de la Independencia en el monasterio de Santa Ana (211-224), escrito por Pedro Riquelme Oliva - comienza constatan– do cómo el siglo XVIII constituyó "una de las etapas de mayor florecimiento espiritual y regular del monasterio de Santa Ana". Contrasta la situación de otros monasterios femeninos descrita con tinta bastante negra por el obispo de Murcia, D. Rojas y Contreras, que achaca, más que a las monjas, a los confeso– res y directores "que sin preparación teológica... y sin tener la edad provecta... campean a sus anchas por locutorios y confesionarios monacales con largas sesiones y sin cautelas de ningún tipo". Durante la guerra de la independencia las clarisas de Santa Ana gozan de una tranquilidad que fue excepción en los

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