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322 BERNARDINO DE ARMELLADA con el concordato de 1852. En septiembre de 1855, según disposición del go– bierno de Espartero para las religiosas de clausura, se ven obligadas a dar clase a niños de enseñanza primaria, trabajo que suspenden al año siguiente ante la escasa asistencia de alumnos. La revolución de julio de 1936 las hace abandonar el convento, que fue expoliado e incendiado perdiéndose valiosas pinturas, co– mo la de la Asunción de la Virgen que presidía del retablo del altar mayor. En 1939 pudieron recuperar el convento las religiosas que sobrevivieron a los es– tragos de la guerra y poco a poco el monasterio de Mataró recuperó su tradi– cional fisonomía, "siendo, todavía hoy, uno de los edificios más emblemáticos de la arquitectura capuchina, que sigue acogiendo la vida de oración y trabajo, propia de las clarisas-capuchinas". He tratado de presentar los rasgos más salientes de esta historia, profun– damente humana y más profundamente sobrenatural. Humana, porque es todo amor, y sobrenatural, porque es amor divino que, a través de las penitencias humanamente más inconcebibles, eleva a todo el ser humano - cuerpo y espíri– tu - a la más alta realización personal con el paso a la intimidad divina en Cristo crucificado. Las penitencias, como autodespojo de la gravedad egoísta, pueden ser en realidad, superando todo maniqueísmo o cariz 'barroco', unión íntima con quien es el ejemplar de toda realización humana auténtica: Jesucristo. E l camino escogido y seguido con tenacidad por las capuchinas como servicio al mundo enderezándolo en sí mismas hacia Cristo, bien puede dar a este libro el título insinuado al principio: "La historia de un misterio accidentado y persis– tente", porque las rupturas desde fuera, desde la marcha accidentada del entor– no humano, no apagó el fuego de amor divino que, a ejemplo de S. Francisco y Sta. Clara, ardió y sigue ardiendo en el corazón de tantas mujeres valerosas que se aferran con la intrepidez del fervor femenino al empeño de hacer de su vida una consagración incondicional a Cristo, el único Amado por quien merece la pena "darlo todo para ganarlo todo". Gracias a Valentí Serra por sacar a la luz esta historia.

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