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320 BERNARDINO DE ARMELLADA todavía eran convalecientes cuanto en diciembre del mismo año pasaron al monasterio propio. Más tarde pasarían a ocupar otro más adaptado a la vida de clausura, construido en el lugar de la casa natal de Sor Ángela Serafina. No obs– tante la voluntad de los manresanos de procurar el sustento de las capuchinas, hubo tiempos en que "les faltaba para comer, de modo que los días que podían tomar sopa al medio día, ya lo tenían por fiesta de pascua" (306). Durante la guerra de sucesión su iglesia conventual sirvió de catedral y en el año 1718 se amplió el convento, que hubieron de abandonar en 1808 con motivo de la in– vasión napoleónica. Tiempo de inquietudes para las capuchinas de Manresa si– guió siendo el siglo XIX. En 1835 los liberales intentaron incautarse de su con– vento y en 1869 las leyes civiles de la primera república impusieron la exclaus– tración a las capuchinas, que volverían luego al convento, cada día más ruinoso. Entre las silenciosas y hacendosas capuchinas de Manresa, especializadas en la elaboración del pan eucarístico, destacó en este siglo Sor Lourdes Miró (1861- 1886), cuya biografía fue obra de su padre "para ejemplo y edificación de sus nietos" (309). En los días de la "Semana Trágica" (1909) verán cómo su con– vento es pasto de las llamas, teniendo que buscar alojamiento en casas amigas. En 1911 pueden volver al monasterio reconstruido y lo tendrán que abandonar durante unos días en mayo de 1931 ante la ola de anticlericalismo desatada con la república. La persecución religiosa de parte del marxismo en 1936 dispersó también a las capuchinas de Manresa, cuyo monasterio fue incautado y poste– riormente derruido. 1939 fue el año del retorno a una residencia provisional hasta que en 1945 pudieron instalarse en el edificio del nuevo monasterio que sería inaugurado en 1957 y la nueva iglesia, bendecida el 8 de septiembre de 1966. La instalación de las capuchinas en Palma de Mallorca se debió, como fue y será en otros casos, a la iniciativa de cristianos seglares - con posibilidades pecuniarias e influencia social y política -, venciendo, como np ha sido raro en la historia de la Iglesia, la oposición de las otras entidades religiosas. El interés por la fundación de capuchinas en Mallorca tuvo su origen en la corresponden– cia de la noble dama mallorquina, Dª Aina de Verí, con la religiosa capuchina de Zaragoza Sor Clara-María Ponce de León, que había sido virreina de Mallor– ca. En 1662 se obtenía la licencia de Felipe IV para la fundación. La primeras capuchinas, entre ellas Sor Clara María, se instalaron provisionalmente en una casa prestada, hasta que en 1668 pudieron acomodarse en el edificio plenamen– te adaptado a las exigencias de la vida capuchina. Adquisiciones y remodelación

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