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LOS ESCRITORES DE CASTILLA Y S. BUENAVENTURA 393 a un total de 28, aparte de otras en las que no hace sino recoger su opinión y pensamiento. Pero lo más significativo y que da a entender la alta estima en que era tenido el Seráfico Doctor por el P. Alamín, es que, queriendo hacer un resumen de todo el contenido de su obra en el último capítulo, lo encabeza así: « Remedio para en breve ser perfecto y subir a la contemplación, según doctrina de San Buenaven– tura». La segunda obra que interesa se titula: Espejo de verdadera y falsa contemplación, Madrid [s. a., 1695] (21,5 cm., 12 ff.-528 pp.) 13, Va dividida en cuatro libros, y lo tratado en ellos lo especifica el proprio autor en la portada misma. El primero « propone diversas contemplaciones falsas»; en el segundo se descubre « cuán mal enten– didas son las autoridades de los santos y de la Sagrada Escritura, con que se prueban las falsas contemplaciones»; en el tercero se « enseña el recto método y camino para disponerse el alma, cuanto es de su parte, para la contemplación»; y, por fin, en el cuarto « se manifiesta cuál sea la verdadera contemplación adquisita e infusa, que han expe– rimentado los santos, con algunas advertencias pertenecientes y muy necesarias». El P. Alamín advierte que su libro es « muy útil para quien trata de oración» y además « preserva y libra de caer en los errores de Molinos » y de otros falsos contemplativos. Hace constar además, en la dedicatoria, que le había costado mucho trabajo y tiempo, encontrando no pocas dificultades en su composición, a lo que seguieron « muchas contradicciones y persecuciones». Nuestra opinión es que se trata de un libro muy bien pensado, de un estudio hecho a conciencia, en el que se desarrolla el tema de la contemplación con mucha ponderación y conocimiento. A eso hay que agregar que el P. Alamín había leído antes cuanto se había escrito sobre lo mismo. De ahí que las citas sean abundantes, comprobando que escri– bió esta obra no guiado por el propio criterio y manera de pensar sino apoyándose en la autoridad de los maestros y experimentados en las vías del espíritu. Esas citas están tomadas de la Sagrada Escritura, de Dionisio Areopagita, S. Bernardo, Sto. Tomás, Cayetano, Sta. Teresa, Enrique Herp, Taulero, Gersón, Ricardo de S. Víctor, los PP. Séñeri, Paz, Tomás de Jesús, Alonso de S. Agustín, José del Espíritu Santo, Agustín de S. Ildefonso y otros. Advertimos que aunque S. Juan de la Cruz apenas es citado, le dedica en cambio no menos de 15 capítulos exponiendo su pensamiento acerca de la contemplación y la doctrina del mismo respecto a la desnudez de las potencias, etc. (p. 280-347). Ni que decir tiene que a esas fuentes y autores utilizados añadió el P. Alamín la autoridad de S. Buenaventura. Los escritos menciona– dos en su obra vienen a ser los que arriba quedan indicados. Las citas concretas son no menos de 36, algunas de relativa extensión. Para nues– tro autor suponía un grande y provechoso medio de llegar a la con- 13 No lleva en la portada fecha de impresión, pero la fe de erratas y suma de la tasa tienen ese año 1695.

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