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394 BUENAVENTURA R. DE CARROCERA templación la meditación de la pasión de Cristo, siguiendo en ello la doctrina del Doctor Seráfico, y reiterando su pensamiento y sus pala– bras varias veces (p. 40 s ). Y sobre todo, lo que viene a demostrar pal– mariamente el aprecio de sus enseñanzas y el absoluto apoyo que en ellas encontraba, considerándolas completa confirmación de sus tesis sobre la contemplación, es que le dedica dos largos capítulos, el VI y VII del libro IV (p. 474-485), el primero de los cuales encabeza así: « Confirmase la doctrina de todo este libro con la admirable del Será– fico Doctor San Buenaventura ». El otro lleva este epígrafe: « En que se resume toda la doctrina antecedente y se explica con algunas adver– tencias ». Y precisamente la explicación se hace aduciendo la autoridad y palabras de S. Buenaventura y de Sta. Teresa. Reiteramos de nuevo nuestra opinión sobre este libro y al mismo tiempo expresamos nuestra admiración por él. Agregamos que, teniendo en cuenta la importancia que tuvo y las discusiones que en torno a él se suscitaron, merecía un estudio lato y a fondo. Lamentamos tam– bién que fuera puesto en el Indice de libros prohibidos en 1708 « por parecer contrario a la Sda. Escritura y Santos Padres » 14• 3. Gaspar de Viana No son muchos los datos biográficos que sobre él se tienen. Natural de Viana (Navarra), perteneció, no obstante, a la provincia capuchina de Castilla, como lo consigna siempre en la portada de sus libros, y en Castilla tomó el hábito el 10 de agosto de 1635. Terminados los estu– dios recibió la ordenación sacerdotal hacia 1643. Cuando en 1645 mar– charon los primeros religiosos a la misión del Congo, el P. Viana sintió deseos de dedicarse a la conversión de los infieles y en 1646 pedía, con otros varios, a los superiores de la provincia solicitasen para ella una misión propia 15 • No logró su anhelo, pero en cambio se le encomendó la delicada tarea de formar los jóvenes recién salidos del noviciado, en el convento de Toro (Zamora), en 1647. Desempeñó más tarde el cargo de guardián de Cubas (Madrid), fue custodio, definidor provincial y por fin guardián del convento madrileño llamado de La Paciencia de Cristo, donde, según creemos, falleció poco después de 1677 16• Sin embargo la principal actividad del P. Viana fue el aposto– lado de la predicación, a la que juntó simultáneamente la dirección de las almas por las vías del espíritu; él mismo reconoce que sus libros 14 La provmcza I, 351; II, 635-640; Melchor de Pobladura, Los Frailes Menores, 98. En una y otra obra se hace referencia tanto a la cuestión de si fue el P. Alamín quien delató a la Inquisición las obras de S. Juan de la Cruz y de otros místicos españoles, como a la prohibición de esta obra del propio P. Alamín. 15 Cf. La provincia I, 165. 16 Cf. Necrologio, 228.

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