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Miguel Anxo Pena González 216 H uarte de S an J uan . G eografía e H istoria , 28 / 2021 Los dedicados a la predicación debían formarse en positivo o estudios bí- blicos, no en retórica 66 , pues parte del principio, casi común en todos aquellos que muestran especial atención a la predicación en este momento, de que «los escolásticos no son buenos para el púlpito» 67 . Pero, en este sentido, es interesante constatar que la comprensión global que tiene del itinerario que ha de hacer el hombre le lleva a poner la fuerza no en los medios que ha de utilizar, sino mi- rando a lo esencial, los fines que persigue. No cabe duda de que se trata de una perspectiva interiorizante, interpretando y proponiendo el itinerario de vida cris- tiana como un camino que se ha de recorrer. En ese iter, junto con la fe, estaría el mismo ejemplo de Cristo y el amor, que se alimentarían por medio de la oración, el amor y el servicio. Sus palabras resultan elocuentes: «Para lo mucho y para lo poco nuestra confianza sea nuestro Señor, y la pobreza los medios» 68 . Considera que aquellos que se están preparando para la predicación, requie- ren un buen conocimiento de «la más alta y señora» de todas las disciplinas, que no es otra que la Sagrada Escritura. En este sentido afirma: los que toman oficio de predicar habiendo solamente oído teología escolástica, lo hacen muy desaprovechadamente, de lo cual está la razón manifiesta, pues la ciencia que hace llorar y purificar los afectos... en la Sagrada Escriptura... está; y, como de esto estén ayunos, no pueden dar provechoso pasto a las ovejas, antes algunas veces suelen contradecir a los que lo dan. Mándese que, antes que pre- diquen, hayan oído, después de la teología escolástica, tales y tales libros de la Escriptura divina y estudiándolos con diligencia, en lo cual sean examinados 69 . Esto implicaba, como en el caso de Erasmo, poner la palabra de Dios en el centro, pero teniendo claro que había de ser estudiada, conocida y amada. Era tenerla como elemento fundamental de discernimiento, que se verifica particular- mente a partir de Cristo. Así se lo había planteado ya a doña Sancha Corrillo, en aquella obra espiritual que será el Audi, filia , pero no cabe duda de que se con- vierte en un elemento fundamental del seguimiento, que los predicadores han de ser capaces de transmitir adecuadamente al pueblo, lo que entrañaba abrirse a la dialéctica que era la vida de Cristo: «Mirad, pues, a Cristo, porque os mire Cristo a vos» 70 . Aplicado a la predicación, Ávila prescinde abiertamente del sermón culto, 66 La preocupación por la formación bíblica es un lugar común. En su caso, igual que sucediera en Erasmo, se convierte casi en una obsesión. El sacerdote ha de predicar con un buen sustrato bíblico. 67 Ávila, Memorial segundo al Concilio de Trento (1561). Causas y remedios de las herejías [n. 67], vol. II, p. 591. 68 Ávila, Audi, filia [ ii ] , cap. 70, vol. i , p. 687. 69 Ávila, Memorial ii al Concilio de Trento , [n. 69], vol. II, p. 593. 70 Ávila, Audi, filia [ ii ] , cap. 112, vol. i , p. 777.
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