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H uarte de S an J uan . G eografía e H istoria , 28 / 2021 213 P redicación y reforma en el contexto católico europeo previo a T rento y necesidad de ser predicado. Esa vida virtuosa, por tanto, era una coherencia interna necesaria entre la propia vida del predicador y la permanente confronta- ción con la Escritura. El predicador debía ser un hombre ‘amoldado’ al Evangelio. De esta manera se entiende que, en su comprensión, la Escritura ocupe un papel trascendental en la predicación. Por lo que son los mismos relatos los que han de determinar el orden en que se debía organizar el sermón, animando a los predicadores a que, en su preparación, siguiesen el propio movimiento que surgía del texto o pasaje que estaban estudiando (col. 953). Este detalle aparece todavía más plausible al notar que Erasmo dedica una larga sección a la exégesis del texto que ha de ser comentado (cols. 1019-1067). Por otra parte, los argumentos extraídos de la Escritura tenían un valor su- perior a aquellos que provenían de la razón humana. Son el camino más seguro para la Iglesia, que tiene un valor singular en el Nuevo Testamento, entendiendo el Evangelio y el mensaje cristiano como clave permanente de verificación. El predicador tenía que ser capaz de crear en su auditorio una capacidad de escu- cha, de interioridad, que luego llevara también a la acción. Y, en este sentido, el anuncio del mensaje de salvación tenía que ser parte de la misión que le corres- pondía al predicador: que el oyente descubriera el itinerario de fe hacia el que estaba llamado. 4. San Juan de Ávila: una vida dedicada a la predicación Queremos ahora, en último lugar, acercarnos a una figura que fuera capaz de expresar no solo un proyecto teórico, como es el caso de Erasmo, sino que su vida estuviera surcada y guiada por esa causa: la predicación misionera. En el marco previo a Trento nos encontramos, en Castilla, con dos figuras que cumplen esas condiciones: Juan de Ávila y Tomás de Villanueva. Optamos por escoger al primero, pues es en esa condición de predicador como lo identifican sus primeros biógrafos  56 . García Villoslada lo define como «un predicador apostólico, un celoso reformador, un espiritual troquelado en san Pablo»  57 . Un intelectual que tiene la 56 En esta misma línea, fray Luis de Granada en el prólogo de la vida del Maestro Ávila –sin perder de vista que se trata de un género hagiográfico– afirmará: «Que aproveche a los hermanos, y especialmente a los que están dedicados al oficio de la predicación: porque en este predicador evangélico verán claramente, como en un espejo limpio, las propiedades y condiciones del que este oficio ha de ejercitar». 57 García Villoslada, 1970, p. 627. La idea aparece ya presente en su primer biógrafo, el licenciado Muñoz: «hizo particular estudio en las Epístolas de san Pablo; llegó a saberlas de memoria; fue su principal caudal. Cuando comenzó a predicar había en España muy moderadas letras, y muy poca inteligencia de las Epístolas del Apóstol, de las grandes profundidades y misterios que en

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