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Miguel Anxo Pena González 210 H uarte de S an J uan . G eografía e H istoria , 28 / 2021 vida y su enseñanza eran una fuente de extraordinaria piedad evangélica... si- guió él mismo: enseñando, consolando, exhortando... la chispa de su enseñanza aún sigue viva en muchos corazones 45 . No es ingenuo que comience su obra con una definición sobre qué es la Igle- sia, que él concibe como asamblea general del pueblo. Entiende la sociedad como un todo, donde ocupa también un papel importante la naturaleza espiritual de la Iglesia, que supone la aceptación de la doctrina de Cristo. Y, en este sentido, mos- trando esa imagen como cuerpo, se entiende que, igual que en la corte se buscan las personas mejor capacitadas para las distintas tareas, también los predicado- res han de ser seleccionados de manera análoga. Dicha misión corresponde a los obispos, a los que les propone un programa de estudios bien delineado, una biblioteca selecta al efecto y una tríada del obispo ideal para dicho fin, en la que se encuentran Warham, Fisher y el mismo Gregorio Magno 46 . A Erasmo no solo le interesa cómo se han de formar los candidatos, sino que su preocupación incide también sobre aquellos a quienes corresponde la selección, pues sin ese espacio de verificación no se logrará la ansiada refor- ma de la Iglesia. Utiliza, como fuentes para sostener su pensamiento, el De doctrina christiana de san Agustín y la Institutio oratoria , de Quintiliano 47 , entroncando así con las obras más clásicas en retórica y homilética. Erasmo mostrará la importancia del predicador en la comunidad, lo que incluye una discusión sobre el valor del oficio, así como un diseño del marco general en el que ha de desempeñar su función propia. Él, como orador sagrado, tiene la res- ponsabilidad de ser intérprete de la palabra de Dios. Y, siguiendo el ejemplo del Hiponense, no se detiene solo en la retórica sacra, sino que muestra también interés por la hermenéutica de la Escritura. Por eso se preguntará «cuáles son los preceptos de la retórica, la lógica y los teólogos que se han de acomodar para uso del predicador» 48 . No hay duda de que se trata de poner en valor esas herramientas que han de estar en las manos del orador sagrado, para lograr que el pueblo sea virtuoso. A este respecto, no solo resulta necesario conocer su doctrina, sino cómo esta es justificada en un marco teológico total. Precisamente por ello le preocupa la formación que habían de recibir los predicadores, pues entiende que se habían de formar en escuelas orientadas a este fin y no tanto a producir teólogos. Esta 45 Opus epistolarum , 1922, n . 1211, pp. 509, 511, 513, 514 . Nos valemos de una traducción de Víctor Pastor que nos ha facilitado muy amablemente. 46 LB V, cols. 125-130, 810-812. 47 O’Malley, 1999, p. 289; Tubau, 2009, pp. 31-32. 48 «quae sunt in praeceptionibus rhetorum, dialecticorum, ac theologorum, ad usum concionandi accomodamus». LB V, cols. 767-768.
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