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H uarte de S an J uan . G eografía e H istoria , 28 / 2021 209 P redicación y reforma en el contexto católico europeo previo a T rento al final de sus días por la insistencia de sus amigos y admiradores  41 . Quizás había que pensar también que Erasmo no terminaba de tener todas las ideas claras al respecto de la misma. Como suele ser frecuente en sus obras, si miramos a quién va dedicada, po- demos intuir y precisar mejor cuál es su intención. En el presente caso se trata del obispo Christoph von Stadion, hombre profundamente humanista y sensible a la reforma de la Iglesia y, por lo mismo, interesado también en la predicación. Allí mismo, Erasmo evoca la figura del difunto obispo de Rochester, John Fischer, que igualmente había sido un pastor profundamente sensible ante estos temas. A él hubiera dedicado la obra si Enrique VIII no lo hubiera ejecutado. Para Eras- mo reforma y predicación son una misma cosa y no pueden ser entendidas por separado si se quiere alcanzar una Iglesia más auténtica. Para él la tarea enco- mendada al predicador en la sociedad resulta de tanta trascendencia como la del soberano o la del obispo, por lo que es preciso dedicarle la atención necesaria, tanto mirando a su formación específica como a la selección de los candidatos. Y, en este sentido, el predicador por excelencia es el obispo, que tiene el deber de predicar a sus feligreses, pero también tiene la responsabilidad de seleccionar hombres que hagan este ministerio con dedicación y solicitud. O’Malley afirmará que la tarea del predicador es «explicar y enseñar los misterios de la Escritura, la ‘filosofía’ de Cristo»  42 . A diferencia de otras temáticas de índole más pedagógica Erasmo no es muy preciso, aunque sí muestra una honda y seria preocupación por el tema. El en- sayo está compuesto por unas mil columnas, donde las frecuentes referencias a la predicación de su tiempo y las anécdotas sobre la oratoria en el púlpito nos sirven también como indicaciones para tomar el pulso  43 . De todos modos, ya en la carta 1211, escrita a Justus Jonas, había presentado la figura del franciscano observante Jean Vitrier  44 como paradigma del predicador: Él [Vitrier], por el contrario, mediante una especie de flujo continuo del ser- món, unía la epístola con el pasaje evangélico de manera que el oyente volvía a casa más instruido y más inflamado de un deseo de [vida] piadosa... Un increíble ardor poseía a [este] para llevar a los mortales a la pura filosofía de Cristo... su 41 John O’Malley insistía que a esta obra no se le ha dado la importancia que le corresponde, pues a Erasmo se le ha considerado fundamentalmente como un pensador religioso, pero como si él no tuviera una preocupación auténtica por la teología y la piedad. Véase O’Malley, 1985, p. 2. 42 O’Malley, 1999, p. 289. 43 Erasmus Roterodamus, «Ecclesiastes...», vol. V, cols. 796-1100. De ahora en adelante la citamos como es habitual: LB V y la columna que corresponda. 44 Acerca del mismo, véase Vitrier, 1971.

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