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Miguel Anxo Pena González 204 H uarte de S an J uan . G eografía e H istoria , 28 / 2021 Por su parte, Pedro Ciruelo había publicado, en 1528, la Expositio libri mis- salis peregregia que Pedro M. Cátedra calificará de «medieval»  22 , aunque la apre- ciación no la consideramos muy certera. Ciruelo ubica el arte y el ejercicio de la predicación en el ámbito de la cura animarum , considerándolo homólogo de la liturgia y la administración de los sacramentos  23 . Ciruelo ordena una explicación doctrinal y ascética, no solo del misal, sino también de las horas canónicas y del mismo salmo 118. Con análoga intención había escrito una serie de trabajos de corte teológico, que también manifestaban la línea de preocupaciones apostólicas que se encuentran en otros maestros de Alcalá. Por una parte, se trataría de aque- llas que se relacionaban directamente con la Sagrada Escritura, la espiritualidad y el sacramento de la reconciliación y, por la otra, con la formación del clero, algo que no era una inquietud frecuente entre los maestros, que seguían preocupados en «mover las sentencias». A la primera parte corresponden algunas obras inédi- tas como la Cuádruple versión del Génesis , que se encuentran ubicadas en su etapa segoviana, así como alguna traducción de la Escritura. En la misma línea se sitúa su Confesionario  24 , que contará con un número nada desdeñable de edicio- nes, así como su Reprobación de las supersticiones y sus Contemplaciones sobre los misterios de la Pasión , obras que se ubican en la espiritualidad renacentista castellana. La publicación conjunta de esta obra está ofreciendo un material al predicador, así como a todo clérigo que se vaya a dedicar al apostolado. De esta manera, Ciruelo ayudaba a que los clérigos ordenados in sacris tuvieran una mayor y más eficaz vivencia de su ministerio. Ciruelo estaba convencido de que la manera como fuera vivido tenía una repercusión directa en el pueblo y, por lo mismo, se colocaba él también en la línea de los eclesiásticos sensibles por la reforma de la Iglesia. Por ello era preciso un conocimiento más profundo de aquello que se celebraba, por qué y cómo se había de celebrar, superando el límite de un clero burdo e inculto. Era, por tanto, una preocupación teológica, ascética y pastoral, ante un clero no suficientemente juicioso ante los misterios a que era convocado. Ya en el prólogo de la obra expresa cuál es la intención y finalidad de la misma. Pedro Ciruelo afirma que la liturgia ha de reflejar, relatar y hacer viva la historia salutis . Entiende que la liturgia conmemora los múltiples y diversos acontecimientos del pueblo de Dios, dentro de la historia del hombre. Por lo mismo, las diver- sas partes de la misa han de ayudar a hacerlo verificable, evidenciando ante los 22 Cátedra, 1994, p. 132. 23 Como hemos señalado, no es que fuera muy original pues esta propuesta tenía una vinculación con Gabriel Biel, quien tenía una honda preocupación pastoral, que se refleja en sus sermones y comentarios al canon de la misa, así como en la importancia concedida a la palabra de Dios, unida a la predicación. Acerca de su figura, Oberman, 2001; Biel, 2001. 24 La primera edición es de 1524.

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