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Miguel Anxo Pena González 202 H uarte de S an J uan . G eografía e H istoria , 28 / 2021 península ibérica, en las primeras décadas del siglo xvi . Es el caso de Antonio de Nebrija o de Pedro Ciruelo, autores en los que encontramos una preocupación por cuestiones afines o paralelas como es la liturgia y su adecuada renovación, y que, lógicamente, incidían también en el ars praedicandi . En este sentido, aun- que Nebrija no tiene una preocupación explícita por el tema, posiblemente por el hecho de no ser clérigo, sí tiene una inquietud seria como filólogo –particular- mente como latinista– pues le atormenta que aquello que había de ser predicado no fuera filológicamente correcto y, también, adecuado métricamente. En este sentido, se trataba de cultivar las letras humanas para ponerlas al servicio de la palabra de Dios. No era el único que estaba preocupado por elevar la formación del clero, pues en esa línea se encontraban también Cisneros, Talavera, Rodríguez de Fonseca, Villaescusa, e, incluso, Arnaldo Guillén de Brocar. Estos, precisamente, «le pe- dían que corrigiese y comentase los libros eclesiásticos y los poetas cristianos... para la mejor formación de sus ministros»  16 . Él mismo colaborará con la corrección y publicación, en 1541, de la obra Hymnorum recognitio , algo que ya había hecho anteriormente. Como señala Ol- medo, los ejemplares de la misma suelen estar encuadernados con otras obras menores (pp. 145-147). Su tarea «se redujo a reparar el texto y a corregir la puntuación y la ortografía» (p. 161). Se trataba de diversos libros, que compren- dían oraciones, diversas homilías de autores sobre el Evangelio y, por último, los segmenta de las cartas de Pablo, Pedro, Santiago, Juan y otros profetas. Su apor- tación consistió en depurar los textos de errores y hacer que la lengua resultase más elegante. Algo, por otra parte, a lo que dedicará gran parte de su madurez intelectual. Su hijo, Sancho Nebrija, nos da las claves de la finalidad de este tipo de tra- bajos del gramático, en los que él había colaborado también. La intención era precisa y cabal: «representar tan al vivo la humildad cristiana y enseñar al pueblo en su mismo lenguaje las verdades de la fe»  17 . Para ello, se trataba de ofrecer mo- delos al lector, en el convencimiento de que dichos textos seguían siendo válidos y tenían algo que decir al lector  18 . No se trataba de homilías de un único autor, sino que se buscaba también que «con la variedad» fuera «mayor el gusto y el pro- vecho de los lectores» (p. 162). Como era de esperar, el paradigma por excelencia 16 Olmedo, 1942, p. 159. 17 Prefacio a Homiliae per diversos autores in evangelia , 1543. Tomado de Olmedo, 1942, p. 162. 18 «Cuando sus autores pronunciaron esos discursos, los auditorios los oían con extraordinaria atención y admiración y a veces prorrumpían en grandes aplausos, porque era tal el gusto que sentían, y se les quedaban tan grabadas aquellas cosas en el alma, como se veía por el efecto, que no creo yo ni Demóstenes ni Cicerón tuvieron más gracia para deleitar ni más fuerza para persuadir». Olmedo, 1942, p. 162.

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