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FUNDAMENTOS ANTROPOWGICOS Y TEOLOGICOS 157 a la ley que nos defiende de esa pasión desbordada. Pero ante reacción tan expeditiva surge la pregunta de si no habrá otros caminos de con– vivencia humana en los que la pasión se amanse y entre en razón. Es incitante dar respuesta inmediata a esta pregunta. Pero antes de hacerlo queremos ahondar más todavía en la vertiente malsana del de– recho. Un texto del reflexivo Ortega nos lo pone al descubierto. He aquí el texto mentado: «El derecho presupone la desesperanza ante lo hu– mano. Cuando los hombres llegan a desconfiar mutuamente de su propia humanidad, procuran interponer entre sí, para poder tratarse y traficar, algo premeditadamente inhumano: la Ley» · 10 • Me hago cargo de la repug– nancia de los amantes de la ley ante la sentencia orteguiana. Pero es indudable que la dureza del texto citado hace patente el sentido más usado que damos a la ley en nuestra convivencia diaria. Y ante este sen– tido de la ley que el policía en carretera nos lo recuerda en cada viaje, nunca sin agresiones, nos hacemos cargo de la más negativa de las limi– taciones del derecho: la de ser algo constitutivamente inhumano para evitar una inhumanidad mayor. No se trata, por lo mismo, de hacer aquí un eco a ese escarceo de la calle que acusa a nuestro ambiente de lega– lista. Aquí se penetra mucho más en lc.s últimas motivaciones del derecho y se le muestra, aunque no nos guste, como esa gran miseria moral que es menester sufrir para no devorarnos los unos a los otros. Hagamos en este momento justicia a la conocida definición de Th. Hobbes: Homo homini lupus. La escribió ya el latino Plauto. Y la repitió nuestro Gracián en los mismos días que Hobbes. Como de hecho la malhadada definición se traduce en actos agresivos de nuestra vida diaria, pedimos todos a grito que venga el derecho a garantizarnos, al menos parcialmente una defensa contra el lobo humano. El cuadro, ya de tono rojo en líneas anteriores, adquiere aquí tonali– dades negras. Se impone, por lo mismo, de nuevo la pregunta: ¿No caben otros caminos más humanos de convivencia que los señalados por la ley y por el derecho? La concepción franciscana de la vida nos va a decir que sí. Gran tema para toda alma franciscanamente sensible al tema. Pero antes de hacerlo, resumamos este primer momento de nuestra reflexión haciendo notar que el hno. Angel, guardián del eremitorio de Monte Casale, ha razonado ante los ladrones homicidas desde el derecho 1-0 J. ORTEGA Y GASSET, Del imperio romano. o. c., t. VI, p. 78.
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