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182 ENRIQUE RIVERA tación pastoral. Ahora lo hacemos con mayor satisfacción por ser algo que nos afecta en lo vivo. Pablo VI, en el centro de su exhortación, «Gaudete in Domino», pre– senta ante el pueblo cristiano la alegría que inunda el corazón de los santos. Recuerda en primer término, como deuda cariñosa, a la que todos llamamos «causa nostrae laetitiae». Después hace mención de apóstoles, mártires y grandes santos: galería gloriosa y estimulante para el pueblo cristiano. A todo franciscano le tiene que emocionar que el Papa continúe en estos términos: «Deseamos evocar de modo especial tres figuras, muy atrayentes todavía hoy para todo el mundo cristiano. En primer lugar, el pobrecillo de Asís, cuyas huellas se esfuerzan en seguir muchos pere– grinos del Año Santo». Me parece que en este momento mejor que co– mentar debo seguir transcribiendo las palabras del Pontífice, para noso– tros lección autorizada. Sigue así la exhortación papal, ampliando su pensamiento sobre nuestro Santo: «Habiendo dejado todo por el Señor, él encuentra, gracias a la santa pobreza, algo por así decir de aquella bienaventuranza con que el mundo salió intacto de las manos del Creador. En medio de las mayores privaciones, medio ciego, él pudo cantar el inolvidable «Canto de las Creaturas», la alabanza a nuestro hermano Sol, a la naturaleza entera, convertida para él en un transparente y puro espejo de la gloria divina, así como la alegría ante la venida de «nuestra hermana la muerte corporal» 5 ' 5 • Pocas veces la concepción franciscana de la vida habrá sido tan certera y concisamente formulada dentro del plan de reconciliación en que venimos meditando. Nuestro entusiasmo franciscano, sin embargo, se mantiene sostenido cuando el Papa evoca en tercer lugar otra alma franciscana, después de dedicar el segundo puesto a Santa Teresa de Lisieux. Digamos sus pala– bras con emoción contenida. «Finalmente, ¿cómo no mencionar la imagen luminosa para nuestra generación del ejemplo del bienaventurado Maxi– miliano Kolbe, discípulo genuino de San Francisco? En medio de las más trágicas pruebas que ensangrentaron nuestra época, él se ofrece volunta– riamente a la muerte para salvar a un hermano desconocido; y los testi– gos nos cuentan que su paz interior, su serenidad y su alegría, convir– tieron de alguna manera aquel lugar de sufrimiento, que era habitual- 5,5 PABLO VI, Exhortación Apostólica «Gaudete in Domino». Texto espafiol en Ecclesia, 24 de mayo de 1975, p. 9-17 (los textos citados en p. 13).

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