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180 ENRIQUE RIVERA muy buena. La historia y la leyenda, a una con la literatura y el arte, han ponderado esta edad de oro, describiendo la alegre sinfonía que hacía sonar esta inmensa cítara, que era la obra de Dios. Pero el pecado derra– mó por doquier la tristeza. Desde su ingreso en el mundo la lucha de las fuerzas del bien va a consistir en acotar el campo triste del pecado para dar lugar a la gracia. Y con la gracia la vuelta a la alegría creacional. Pensamos que San Francisco y su obra ocupan uno de esos campos en los que, dentro de la vida de la Iglesia, más y mejor se lucha contra la enfermedad de la tristeza, cultivando el sosiego de la alegría. Cierto que pocas veces se podrá repetir lo que San Buenaventura constata en el Seo. Padre: vuelta al estado de inocencia. Pero bien podemos ver en toda la acción franciscana, a lo largo de los siglos, un constante esfuerzo para que la vida de inocencia, practicada por San Francisco, se vuelva de nuevo a repetir. En todo caso, en esta vida de inocencia debemos ver la meta del retorno a Dios del alma franciscana, vida de inocencia, impregnada de alegría: he aquí el sentido último de la reconciliación según que la antropología y la teología franciscanas la pueden motivar y programar. También aquí en San Buenaventura el doctor franciscano que nos señala como meta la vida de inocencia de San Francisco y nos propone, además, el itinerario que la mente ha de seguir hasta llegar a la misma. Aludimos con ello a la obra de San Buenaventura, Itinerarium mentis in Deum. No con la fórmula, inocencia original, sino con otra de contenido parecido, se declara en ella, ya desde el prólogo, que la meta de la aspi– ración humana debe ser la paz extática de la Jerusalén celeste, que San Francisco gustó ya aquí abajo. Para llegar a esta dicha y paz el santo propone seis iluminaciones, como seis escalas, por las que el alma puede ascender hasta lograr meta tan deseable. De notar es que estas escalas no son patrimonio de privi– legiados, sino que son propias de toda alma de buena voluntad. Es por ellas por donde se sube hasta lograr el pleno retorno del alma a Dios hasta el abrazo místico que San Buenaventura se detiene a exponer en el capítulo final. Dejadas entonces a un lado las escalas, descritas en los capítulos anteriores, en éste ya sólo habla el doctor del abrazo místico del alma con Dios. Es este abrazo el encuentro de la reconciliación suma que entre Dios y el alma se da en la tierra 02 • 5 2 Itinerarium mentís in Deum (ed. BAC), Madrid 1945, S.
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