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178 ENRIQUE RIVERA mente inmersa en Dios. Pero este coloquio, que tan hondamente se hace, sentir en la cumbre de la santidad, acompaña toda la marcha del retomo del alma a Dios: desde la salida del pecado hasta el monte santo en cuya cima se viven las horas plenas del encuentro. IV. La alegría final de la reconciliación Que el Papa Pablo VI haya dirigido a la Cristiandad en el corazón del Año Santo de 1975 la exhortación apostólica «Gaudete in Dominm>, pone en evidencia lo entrañable que es a la vida de la Iglesia la alegría. Las almas cristianas la respiran como su peculiar atmósfera, pese a los sinsabores nada infrecuentes de que se ven rodeadas. Mas el punto de partida de esta situación íntima de las almas es el sentirse reconciliadas con Dios. Tanto, pues, la exhortación apostólica de Pablo VI cuanto este estado de conciencia del alma cristiana nos invitan a tomar en conside– ración este último momento del escondido proceso de la reconciliación. El Evangelio del Hijo Pródigo gusta tanto de este momento que hace de él una brillante fiesta familiar. También, desde nuestra perspectiva franciscana quisiéramos percibir la serena y esplendente alegría que sigue a la reconciliación. Esta alegría franciscana inicia su festival en lo intimo de la conciencia y lo culmina en la alegría cósmica. En el relato que hemos comentado de Las Florecillas éstas son parcas en contarnos el momento final de la alegría, pues se limitan a referir el feliz cambio moral de los que un día fueron ladrones. En compensación San Buenaventura nos brinda una rica veta en su comentario a las pará– bolas de la oveja perdida, la dracma hallada y el hijo pródigo. En las tres pondera el momento final de la alegría con encariñado relieve. En la de la oveja perdida piensa que esta alegría transpira un hálito de bondad materna, al recordar los pasajes consolatorios de Isaías, enun– ciando una fecha feliz en la que Jahvé llevará a su pueblo, pendiente de sus pechos, y lo acariciará sobre sus rodillas, como consuela la madre a su hijo. En el hallazgo de la dracma pondera San Buenaventura la alegría comunitaria que es la nota final del cuadro. No es la mujer quien se alegra sola en su cuarto, sino toda la vecindad, símbolo de la Iglesia. El anotador crítico pone al texto esta nota marginal: «Septem rationes con-gaudendi». Son demasiadas razones para ser ahora comentadas las que expone aquí San Buenaventura según la nota marginal mentada. Pero pondremos la partícula «con», tan significativa en nuestras vivencias co-

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