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Acotamos inicialmente un pasaje central de la Bula de Juan Pablo 11 por la que éste convocó al pueblo cristiano a celebrar el Afio Santo de 1983 como Año Santo de la Reconciliación. , Dice así el Papa en su Bula: «Este tiempo fuerte, dentro del cual todo cristiano está llamado a realizar más en profundidad su v:ocación a la reconciliación con el Padre en el Hijo, conseguirá plename1te su objetivo cuando desemboque en un nuevo compromiso por parte del cada uno y de todos al servicio de la reconci– liación... Una fe y una vi~a auténticamente cristianas desembocan en una caridad que lleve a la verp.ad y promueve la justicia» 1 • Un examen detenido e este texto tan denso puede adentrarnos por esa misteriosa experienci del encuentro del alma pecadora con su Dios. Este encuentro ya ha si o descrito, ai menos por una vez, en la obra clásica de San Agustín: as Confesiones. Estas no son sólo, ni siquiera primariamente, la declara ión de las propias debilidades ,-quédese esto para quienes, como Rous eau, nos han dado de ellas una réplica laica.– sino ante todo para proJlamar la misericordia de Dios que acosa por sendas misteriosas al alm~ pecadora. El mero pregón de los pecados pu– diera ser un acto de descaro, como en el citado Rousseau. En San Agustín la confesión es el coloq~io íntimo con el Padre al que da gracias poi' haberle posibilitado con s~ gran bondad el retorno de la reconciliación. Entrar por esta vía t~ológica de la reconciliación se me hace suma– mente incitante. Pero te9go que acotar en ella un tramo muy preciso. Sin tener que prescindir qe lo escrito por el Papa sobre la reconciliación y que vivió intensamente pno de los maestros preferidos en mis estudios, ·1 Texto espafiol de la Bula ef Boletín Oficial del Obispado de Salamanca, 1983, p. 214.
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