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FUNDAMENTOS ANTROPOLOGICOS Y TEOLOGICOS 177 el uti como en el frui. Es decir: en saber gozar de lo que tenemos que gozar, y en saber usar de lo que podemos usar. San Buenaventura recoge esta distinción para decirnos que el «illapsus» tiene lugar cuando el Espíritu Invisible desciende a las almas con su gracia. La teología ha acuñado una fórmula y nos habla de la misión del Espíritu Santo en el alma del justo. Cuando esta misión tiene lugar, el «illapsus» del espíritu divino llega a la intimidad de la conciencia con una doble finalidad. San Buenaventura, aprovechando la terminología agustiniana, sintetiza esta doble finalidad en esta brevísima fórmula: ad fructum et ad usum. Esta fórmula se enriquece en el contexto. Prime– ramente, porque San Buenaventura, vincula, siguiendo aquí al latín arcai– co, «fructurro> con «fru.ó>. Es decir, que el fruto es siempre, ya en sf mismo, el mejor goce. Este goce acrecienta ese fruto celeste del «illap– sus», es la comunión viva con el Espíritu divino que mora en nosotros. Es ese Espíritu el que en frase inolvidable del Apóstol, clama el justo con gemidos inenarrables y le fuerza a decir: Abba = Padre ,.w. Al llegar aquí en nuestra reflexión no podemos menos de evocar que nos hallamos inmersos en las vivencias fundamentales del alma de San Francisco, invocando a su Dios con el dulce nombre de Padre. San Buenaventura añade que el «illapsus» del Espíritu divino tiene una segunda finalidad, expresada en esta sucinta fórmula: ad usum. Pero, ¿es que podemos usar de este Espíritu? Para San Agustín sería ello el supremo pecado, una aberración moral sustantiva. Igual piensa San Buenaventura. Pero es que cuando este doctor nos incita a que usemos de este Espíritu, se refiere exclusivamente a los dones que El nos da para dirigir nuestra acción en servicio de los otros. Son estos dones las llamadas gracias «gratis datae,>, fórmula con la que la teología alude a los dones extraordinarios que Dios concede a algunas almas para el servicio de la Iglesia. Lo que hoy llamamos, con muy viejo lenguaje, «carismas». Una mirada al camino recorrido por estos altozanos de la antropo– logía teológica pone aún más en relieve la máxima eficacia del «illapsus». Por éste, Dios desciende al alma con su penetración insinuante para que ésta vuelva a él y con él entre en íntimo coloquio. Este coloquio es máximo en la plenitud de la reconciliación cuando el alma se siente total- 4, 9 In I Sent., d. XV, p. 11, q. le; Op. O., p. 270b.
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