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172 ENRIQUE RIVERA Con esto parece que estamos indicando que en la reconciliación de San Francisco, es el encuentro individual en su vertiente personal y erística el que ponen de relieve los cronistas del Santo. Y en parte hay que decir que, tienen razón por lo que atañe a la mañana de San Damián. Pero así como en el relato de la conversión de los ladrones el momento ecle– sial y erístico quedan en penumbra, a su vez en el de San Damián el momento erístico deja en penumbra a los demás. Y, sin embargo, todos los cuatro momentos se hallan muy presentes en el complejo retorno de Francisco a Dios. Por lo acaecido en la mañana luminosa de San Damián no es posible tomar conciencia del largo trayecto espiritual recorrido por Francisco. Si en el coloquio de éste con el Cristo bizantino no están en relieve ni el momento eclesial ni el teologal, éstos se muestran a plena luz a lo largo de su vida, como quisiéramos hacer ver a continuación. Por lo que atañe al momento eclesial hay que tener presente que San Francisco centra toda su obra dentro de la vida de la Iglesia, pero no de la Iglesia como organización, sino de la Iglesia como «Madre»: «Santa Mater Ecclesia». En una de sus reflexiones sobre la Iglesia R. Guardini la define como «Ordo amoris». Toma la expresión de San Agustín, quien a su vez, de– fine así la virtud en general. Creo que en esta breve definición de Iglesia toca Guardini uno de los puntos más neurálgicos de la misma. También de los más conflictivos, sobre todo en nuestros días. Ante tal definición surge ineludible la pregunta: ¿Qué es primeramente la Iglesia: «ordo» o «amor»? Que sea «ardo», ahí está para mostrarlo del derecho canónico, con su larga, demasiado larga historia, en la que vemos a la Iglesia asu– miendo ingentes materiales del ordo romanus. Pero la Iglesia surge pri– mariamente del Evangelio. Y en él tiene la Iglesias las fuentes primarias de su derecho. Ahora bien; el Evangelio es «amor». ¿Cómo conjugar en– tonces el amor evangélico con la ordenación canónica que tiene que ver mucho con el «ordo romanus»? M. de Unamuno, de ese modo hiriente que le es tan propio, puso en máximo relieve esta tensión cuando afirma que él intentó unir el Sermón de la Montaña con las XII Tablas, acuñó esa cosa horrenda que es el derecho canónico 37 • Nada de aceptar que el derecho canónico sea algo horrendo. Pero en linea con la extremada frase de Unamuno preguntamos: ¿Prima en la Iglesia el orden o prima el amor, el «ardo romanus» o la «Iex evangelica»? 37 M. DE UNAMUNO, La agonía del Cristianismo, VII. Ensayos, Aguifar, Madrid 1945, p. 974.
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