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168 ENRIQUE RIVERA puesta en alto, se sonríe complaciente de la justicia 29 • Esta sonrisa com– placiente de la Bondad nos abre la puerta al tercer momento en la vía de la reconciliación. Es el momento del encuentro. III. El momento del encuentro Las Florecillas continúan el relato que comentamos, diciendo que San Francisco no se contentó con reñir al hno. Angel por haber despedido con enfado a los ladrones sino que lo mandó ir al monte en busca de ellos para ofrecerles el pan y el vino que él mismo había mendigado. «Les rogarás de mi parte, le dice, que no hagan daño y que teman a Dios». El hno. Angel salió al instante a cumplir el mandato de San Fran– cisco. Y sucedió que mientras los ladrones comían la limosna del pan y del vino, comenzaron a platicar entre sí: «Ay de nosotros que maltratamos y damos muerte a nuestro prójimo sin remordimiento alguno de concien– cia y sin temor de Dios. En cambio este santo hermano ha venido a buscarnos a causa de unas palabras de reproche que nos dirigió justa– mente. Y encima de esto nos trae el pan y el vino, mendigado por su santo Padre... Vamos, pues, a estar con San Francisco. Y si él nos da esperanza de que podemos hallar misericordia ante Dios, haremos lo que nos manda... ». Un análisis humanísimo de este relato, cuya praxis sigue siendo tan propia de los franciscanos, pone de relieve la categoría del «encuentro», hoy tan hondamente estudiada. Dentro de esta categoría del encuentro podemos señalar el proceso de toda reconciliación en cuatro peldaños ascensionales: el persorw:1, el eclesial, el erístico y el teologal. El primero y el cuarto, el individual y el teologal están descritos de modo muy explícitos en la anécdota de Las Florecillas. Los otros dos, el eclesial y el erístico, se los entrevé como telón de fondo. Lo importante y hay que subrayar sobremanera, es que para San Francisco se da una experiencia capital en toda reconciliación, que es el encuentro. Se inicia éste con un reproche a la conciencia pecadora y culmina en el misterio del perdón de Dios. •2•9 Sant., 13. La Vulgata traduce: «Superexalrat autem misericordia judidum». En nuestro texto litúrgi,co a us,o leemos <~la mis•e-ricordia se ríe del juicio» (Lunes III, Laudes, vol. IV, p. 806)_. El verbo griego original «Katakauchatai» parece recoger ambos elementos; sonrisa complaciente y desde ,lo alto, En todo caso el pasaje bíblico está por una primacía de la misericordia sobre la justicia.
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