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FUNDAMENTOS ANTROPOLOGICOS Y TEOLOGICOS 165 mismo razonar deja entrever que igualmente veía posible un ascenso hacia arriba. De aquí su repulsa a considerar al hombre como esencialmente malo. San Buenaventura, que relata esta ingenua florecilla, la comenta a continuación: «De este modo respondía a los que lo elogiaban. Hablando, empero, consigo mismo, se decía: «Francisco, si el Altísimo le hubiera concedido al ladrón más perdido los beneficios que te ha hecho a ti, sin duda que sería mucho más agradecido que tú» 1M. El buen sentido cristiano lee en estas líneas de San Buenaventura cómo San Francisco veía una capacidad de agradecimiento hasta en el hombre más facineroso. Nada, por lo mismo de maravillar, que en su acción apostólica buscara siempre esta veta oculta de bondad en el hombre, para trocarla en cantera de santidad. Si un día se acercó al lobo, símbolo del hombre malo, fue porque percibió en él al futuro lobo manso y casero, que acompañará a los frailes en sus rezos y oraciones. A San Francisco se le ha llamado reiteradamente «Quijote a lo divino)>. Pienso que su mayor quijotada fue el intento heroico y humanamente absurdo de predicar al Sultán de Egipto. De esta épica hazaña deduzcamos la conclusión de que San Francisco tuvo siempre confianza en el hombre, hasta pensar que era posible la impensable conversión· del gran enemigo del hombre cristiano en aquel momento histórico. San Francisco confía en el hombre. Hagamos hincapié en eilo cuand0 la calle y la filosofía han hecho de la desconfianza ley de la actual con– vivencia. Tan es así que si Ortega acechó la desconfianza detrás de la frigidez del derecho, hoy se ha trocado ésta en ley universal de las mu– tuas relaciones humanas. «Piensa mal... y te quedarás corto», se oye decir cínicamente en la calle. Y en las aulas doctorales se han puesto de moda tres filosofías de la sospecha: la qe Marx, Nietzsche y Freud. Es de temer que la desconfianza, acrecida con la sospecha, llegue a secar las mejores . fuentes de nuestro convivir. Por todo ello pienso que ha llegado la hora de la ingenuidad transparente de San Francisco. No olvidemos la frase del gran humorista cristiano, Chesterton, en la que afirma que salvan al mundo los santos que más le contradicen. Se entiende, en lo que el mundo tiene de malo y perverso. Esta ingenuidad. franciscana formula, sin pro– ponérselo, la objeción más insuperable a la falsía ambiental. "24 SAN BUENAVENTURA, Legenda Major, cap. 6, n. 3; (ed. B.A.C.) Madrid, 1978, p, 415.

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