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formó Consejo de Guerra y en él se nombró un diputado que fuese a parlamentar con el rey moro. Recayó la elección en don Barto– lomé de Larrea, proveedor del presidio. Pues– ta bandera blanca en la muralla en señal de paz, salió de la Plaza y pidió a los moros que le llevasen a presencia de su Rey. Una vez ante el Rey, le dijo «cómo venía en nombre de los sitiados a ofrecerle a todos por escla– vos, pidiéndole a cambio les perdonase la vida». Muley Ismael se portó con gran bene– volencia, perdonar.do la vida a los sitiados, y dando libertad al Gobernador y a su esposa, a don Bartolomé y a sus dos sobrinos y a los dos religiosos que ejercían de capellanes. Al día siguiente, 30 de abril de 1681, re– gresó el diputado a la Plaza y se abrieron las puertas al ejército enemigo que se apoderó de ella, quedando todos cautivos: soldados y civiles, así como las imágenes y objetos sagra– dos que allí había. Aunque don Bartolomé consiguió la libertad para los dos Padres capuchinos, éstos no quisieron abandonar a sus feligreses y juntamente con los soldados e imágenes, entre las cuales iba la de N.P. Jesús, fueron trasladados cautivos a Mequi– nez, residencia oficial de Muley Ismael. Al llegar a Mequinez, salió la ciudad a reci– bir a vencedores y a vencidos, y aunque se había publicado un bando mandando que nadie se atreviese a maltratar, ni de palabra, ni de obra, a los religiosos, éstos tuvieron que sufrir mucho por parte del gentío. Muley sentía cierto interés por los «papaces», así lla– maban a los religiosos, y, pasados algunos días, les llamó a palacio teniendo con ellos largas conversaciones sobre la fe católica y los Mandamientos, que, al explicárselos los capuchinos. no le desagradaron. «Sólo dijo que no era buen precepto el que prohíbe la fornicación, y mandaba que se tuviese una sola mujer». Después de esto, despidió a los religiosos, dejándoles en libertad, según lo prometido en la entrega de la Plaza 8 • La caída de la fortaleza de Mehdía impre– sionó en España, y en seguida se pensó en lle– var a cabo la redención de cautivos e imáge– nes. El P. Andrés de la Zubia, apenas llegó a la Península, escribió, el 7 de junio, una carta al Rey y otra al Consejo de Guerra, expo– niéndoles la triste situación de los cautivos y el peligro que corrían de apostatar de la fe. Y añadía al Rey: «Suplico a Vuestra Majestad humildemente se sirva mandar por el camino que fuere posible, se rescaten, y juntamente las imágenes de la iglesia; estoy pronto a ir yo en persona, aunque sea arrastrado, por hacer este servicio a nuestro Señor y a Vuestra Majestad». Mov:do el Consejo de Guerra por estas cartas del P. Andrés, mandó librar tres mil doblones con destino al rescate de cautivos e imágenes, dejando libertad para hacer la redención al citado Padre Capuchi– no, a los PP. Mercedarios o a los PP. Trinita– rios. Al final, como estos últimos estaban pre– parando una redención en esas mismas ciu– dades, el Consejo decidió que fuese a ellos a quienes se les entregase la cantidad asignada para el rescate 9 • Conocemos con bastante detalle cómo se llevó a cabo esta redención, que fue la deci– mocuarta de la Orden de los Trinitarios Des– calzos. Tuvo lugar en las ciudades de Mequi– nez, Fez y Tetuán en el año 1682, y fue lleva– da a cabo por los Padres Miguel de Jesús María, Juan de la Visitación y Martín de la Resurrección. En ella se redimieron 211 cau– tivos, 17 imágenes y los objetos sagrados que los moros habían llevado de la fortaleza de Mámora. Todos coinciden en afirmar que se trata de una redención especial «por las cir– cunstancias notables que en ella intervinie– ron». Jesús Nazareno arrastrado por las calles, y en el foso de los leones «Habiéndose apoderado los moros de las santas imágenes, hicieron con ellas muchos ultrajes y escarnios, y llevándolas como des– pojos de su triunfo a la ciudad de Mequinez, las pusieron ante su Rey Muley Ismael. Éste las mandó arrastrar por las calles, en odio de la religión cristiana, y después que las echa– sen a los leones, como si fueran de carne humana, para que fuesen despedazadas» 1 º. «Al hermosísimo busto de Jesús Nazareno le mandó el Rey arrastrar y echar por un mula- 7

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