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cuando acudieron en su socorro, estaba medio muerta. La llevaron a la cama, y habiendo vuelto en sí, lo primero que pre– guntó fue por su hijo; mas ninguno se atrevía a referir lo acaecido. Entonces, llena de fer– vor y poniendo toda su confianza en Jesús, manda que le presenten a su hijo. No que– riendo contradecirla, van en su busca, y le encuentran con señales de vida, la cual re– cobró en todo, así como el color natural que antes no tenía» 51 • Todavía hoy son muchas las madres que se acercan al Cristo de Medinaceli a ,<presen– tarle a su hijo» recién nacido, y darle gracias por el feliz alumbramiento. La lista de hechos portentosos sería inter– minable. Por lo demás, la mayoría de ellos quedan en el ámbito de lo personal. Dificul– tades de la vida doméstica, colocaciones laborales, exámenes, enfermedades incura- bles, ... son algunos de los problemas que a diario se desgranan ante la imagen de Jesús con solución positiva. Sin olvidar las llamadas interiores, los cambios de vida, la conversión de corazones empedernidos, en lo cual se dis– tingue Nuestro Padre Jesús a través de esta santa imagen, «una de las más milagrosas del mundo». Siguen con plena vigencia las palabras evangélicas: «Pedid y se os dará, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Mt 7,7). Con todo, si alguien pusiera en duda la eficacia de la devoción a Jesús Nazareno, sólo qu:siera recordarle las palabras que nuestra gran san– ta, Teresa de Jesús, decía refiriéndose a otra devoción: «Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyese, y verá por experiencia el gran bien que es encome:1dar– se a este gran Señor». Por supuesto, la amis– tad «con este gran Señor» es condición indis– pensable para ser escuchados. Prqsidencia de la procesión.

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