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Al paso de la sagrada imagen por las calles de Arrieta, Plaza de Isabel 11, Arenal, Puerta del Sol, Carrera de San Jerónimo, Plaza de las Cortes y Duque de Medinaceli, la gente arrojaba flores, registrándose escenas de intensa emoción. Tras la imagen marchaban, descalzos, muchos fieles, de uno y otro sexo, que en la guerra recién terminada habían hecho esta promesa. A las siete y cuarto de la tarde llegaba N.P. Jesús Rescatado a su igle– sia del convento de Padres Capuchinos de la Plaza de Jesús, donde entraba entre gritos de júbilo y gritos a España Católica. Al dar comienzo la adoración, el General Espinosa de los Monteros, postrado a los pies de la imagen, depositó un ramo de flores y pronunció las siguientes palabras: «En nom– bre del ejército y de las milicias, te agradezco de todo corazón, Jesús mío, que a todas horas hayas inspirado a nuestro Generalísimo y Caudillo Franco, así como que hayas protegi– do su preciosa vida. Las tres peticiones que en este acto elevo a Ti son: Que continúes dispensando esta sagrada protección, que cuides de nuest:-os seres queridos y que hagas que todos los españoles se quieran como ver– daderos hermanos». El P. Las Muñecas subió al púlpito y pronunció una elocuente plática de acción de gracias por el retorno de la ima– gen a su templo. La primera preocupación del P. Laureano al llegar a Madrid fue presentarse ante don Procesión para celebrar el «Segundo Rescate»: 14 de mayo de 1939. 35

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