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nicarle la gran noticia: La imagen de Jesús de Medinaceli se encontraba a salvo en Gine– bra. He aquí su carta: «Entendiendo que pue– do darle una noticia que le será grata, he decidido ponerla en vuestro conocimiento por considerar que es S.I. la más alta autori– dad de la santa Iglesia en Madrid a quien se la debo comunicar. Se trata de darle cuenta que la tan venerada efigie de N.P. Jesús está intacta aquí, en Ginebra, cabiéndome el honor de haber sido elegido por Dios para salvarla del último lugar en donde se guarda– ba en España: Castillo de Perelada, que quedó destrozado su interior y en parte incendiado. Si S.I. lo tiene a bien me permito rogarle se lo transmita a la Reverenda Comu– nidad a quien pertenece». Días más tarde le contesta el señor Obispo de Madrid: «Tengo mucho gusto en acusar a usted recibo de su carta del 11 del corriente mes de abril que le agradezco muy de veras. Mil y mil gracias por la alegría inmensa que me ha proporcionado usted con su noticia sobre el paradero de la imagen de N.P. Jesús de Medinaceli. Inmediatamente que recibí su carta comuniqué la grata noticia a los PP. Capuchinos». Poco tiempo después, recibe el señor Arpe una nueva carta. Ahora es la del P. Agustín de Corniero, Prov:ncial de los Capuchinos de Castilla, que está relacionada con el asunto anterior. Éste es su texto: «El señor Obispo de la diócesis nos ha comunicado la grata noticia que usted se ha dignado poner en su conocimiento, la cual nos ha alegrado sobre manera, por confirmar las noticias que noso– tros teníamos sobre el mismo asunto. Hace cuatro días que uno de nuestros religiosos, el P. Laureano de Las Muñecas, salió para Ginebra con delegación especial nuestra para tramitar con la mayor rapidez posible el retorno de la sagrada imagen tan venerada del religioso pueblo de Madrid. Sinceramen– te agradecería a usted se dignase prestar al sobredicho P. Laureano todo el apoyo que le fuere posible con el fin de que tengamos cuanto antes con nosotros a N.P. Jesús Naza– reno» . Después de un descanso de unos días, con– tinúa el señor Arpe, volvimos a reanudar el trabajo, con la doble finalidad de empezar a preparar la Exposición y hacer el apartado para formar con él el primer tren con cosas para España. Llegó en esto el P. Laureano, que venía a hricerse cargo del Cristo de Medinaceli. Recuperada y ya en mi poder la imagen -escribe el P. Laureano- sólo faltaba trasla– darla a Madrid, de donde había sido arreba– tada. Miles de devotos lo ansiaban y yo no menos que ellos. Las dificultades que se oponían a la deseada rapidez eran grandes. Pero al final «una visita, una exposición y un ruego al Delegado del Gobierno y consigo lo inesperado». Ante el argumento de la expec– tación del puebio de Madrid por recibir la famosa y venerada imagen de Jesús y el ofre– cimiento y promesa que le hago de hacerme yo responsable de cuanto pudiera ocurrir a la misma, accede a que ésta sea incluida en la primera expedición, autorizándome además a llevarla conmigo en el mismo departamento del tren. El tren especial con la imagen de N.P. Jesús cautivo, y segunda vez rescatado, salió de Ginebra el 10 de mayo de 1939, atravesan– do nuevamente el sur de Francia. Hecho el cambio de trenes en Irún, Jesús visita las Vas– congadas: San Sebastián, Vitoria... Recorre la Vieja Castilla: Burgos, Valladolid, Ávila... Finalmente, se detiene en Pozuelo de Alarcón (Madrié), la estación convenida para bajar la imagen. Esperaban su llegada: una representación de los Padres Capuchinos; la Junta de la Real Esclavitud; un Grupo de señoritas de Frentes y Hospitales con un coche bellamente enga– lanado para el traslado de la imagen, y nume– rosos fieles . La imagen venía en un departa– mento especial, adornada la caja con la ban– dera española. Al descender del tren, un ba– tallón de soldados le rindió honores. Inme– diatamente se la subió al coche que debía trasladarla a la iglesia de la Encarnación en Madrid, donde [egaba a la una de la madru– gada el día 14 31 • 33
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