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51. Madriíeños camino de la ro– mería, de Cecilio Play Gallardo. Museo Mu11,icipal. fuente milagrosa= y pasaban el día en la pra– dera que se extendía hasta el mismo río Manzanares. Animaban la fiesta las chiri– mías, gaitas y el tamboril; el castizo organi– llo ... ; todo ello mezclado con bailes, cánti– cos y sabrosos comentarios sobre los hechos sobresalientes de la Villa y Corte. Al regre– so, la gente volvía cargada con botijos de San Isidro, con las famosas rosquillas del santo: «las listas y las tontas»; las de la tía J aviera; sin olvidar los aceitosos churros, los pitos flo– reados, los cestos de mimbres, y otras mer– cancías ... Goya inmortalizaría la fiesta con su cuadro al óleo titulado: La Pradera de San Isidro . En 1623, el año siguiente a la canoniza- ción de Isidro, asistieron a la fiesta los reyes Felipe IV e Isabel de Borbón; en otras oca– siones lo han hecho distintos miembros de la familia real. La ermita de San Isidro ha sido siempre un centro de devoción popular que perdura hasta nuestros días. Es realmente reconfortante ver el amor y fervor que pro– fesa hoy el pueblo de Madrid a su santo pa– trón; las colas que se forman ante la ermita el día 15 de mayo para entrar a venerar las reliquias de San Isidro; con qué fe se acer– can a beber el agua de la fuente, y también ¿por qué no? la alegría que manifiestan al re– correr los «puestos» comprando las mismas cosas que compraban los madrileños de hace varias centurias. 65

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