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25. Caridad de Isidro y María de la Cabe::,a, de Ramón Sto/¿. Caja Rural de San Isidro, en Castellón. to para el día siguiente. Ya en la propia casa, la cena y el comentario de la jornada con su esposa. Aprovecharía también para atender al hijo y repasar con él la doctrina. Las ora– ciones comunes eran lo último que se escu– chaba en la cas.a de Isidro; y a descansar, que al día siguiente había que levantarse con el alba. Isidro valoraba el trabajo como una posi– bilidad de hacer m-ás bella la creación y como un medio de srntificarse. Veía cómo Jesu– cristo había dedicado treinta años a trabajar materialmente; los apóstoles eran también trabajadores. El mismo Jesús había dado a entender, en la parábola de los jornaleros, que no le gustaban los perezosos . San Pablo, por su parte, declaraba enérgicamente que «quien no trabaja, que no coma» (II Tes. 3, 10). Isidro aceptaba plenamente la ley del tra– bajo; pero siempre alerta para no caer en ex– tremos, es decir, en trabajar tanto que no le quedara tiempo para dedicarse a Dios y a su alma. Trabajar, sí; ser esclavos del trabajo, no. Nuestro santo trabajó incansablemente, pero cada día encontraba tiempo suficiente para orar, para dialogar con Dios, para oír la santa misa, para practicar sus devociones. 35
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