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fla, que habitaba en las casas del médico J ai– me Vera. En las Actas del proceso de canonización de San Isidro, 3.193/II, Fol. 276, vuelto, se recoge el siguiente testimonio de Jaime Ve– nasques: « ... después de haber jurado y prome– tido decir verdad, dijo que tenía cuarenta y cinco años y hace catorce que había compra– do la casa en que habita en la Plaza Mayor a Doña Catalina de U rrea; que cuando se compró estaba muy deteriorada e inútil, de tal manera que fue necesario abrir los ci– mientos para edificarla de nuevo como aho– ra está. Cuando se bendijo, la dicha Catali– na ... que era tenida por buena cristiana, dijo a este testigo que sólo le vendía la casa pero no el pozo o fuente que había en ella, porque había sido hech~ por San Isidro y esto lo dijo con palabras y acento de estimación. Afirmó que para el pozo y su agua no habría precio en el mundo para tasarlo porque era como una botica en favor de los enfermos por la multitud que habían sanado y sanaban cada día. Y como este testigo y Antonia Carrasco, su mujer, preguntaran a Doña Catalina cómo sabía que el pozo lo había hecho San Isidro , dijo que así era pública voz y fama, y así lo había oído muchas veces a personas mayores y ancianas que afirmaban que an– tes ellas lo habían oído decir y certificar a los suyos, porque comúnmente se tenía y se creía por cierto y sin duda alguna, y que era una tradición muy antigua que pasó de unos a otros dueños ... También había oído decir y afirmar a per– sonas mayores que en tiempo de San Isidro, cuando el paraje era todo campo de labor y estaba abandonacio, vivía en él una santa mujer que según oyó se llamaba Nufla, que hacía vida solitaria y apartada, y para que mejor pudiera hacer esto y no tuviera que sa– lir a coger agua pidió y rogó a San Isidro que le hiciera un pozo para satisfacción de sus necesidades y consuelo . El sar:to movido por los ruegos de esta buena mujer hizo el pozo que ahora está en la casa de este testigo» 14 Labrador En tiempo incierto comenzó a trabajar para I ván de Vargas como labrador. Las márgenes del Manzanares: la izquierda con sus huertas de regadío, y la derecha con sus rastrojos fueron testigos excepcionales del quehacer de Isidro y de muchos de sus milagros. Todas las mañanas cruzaba la muralla que cercaba Madrid por la puerta de_ Moro, y descendía pausadamente hacia el río Man– zanares. Su amo lván tenía grandes posesio– nes: Unas de regadío por donde hoy se en– cuentra la ermita de la Virgen del Puerto ; otras eran de secano, al otro lado del río, en el altozano que hoy llamamos Pradera del Santo; algunas estaban situadas :nás lejos: por los Carabancheles. En estos casos María le llevaba la comida al mediodía. Isidro es– taba contento en el campo; gozaba contem– plando la naturaleza. Le gustaba el trabajo, era despierto; mimaba las plantas, y las co– sechas eran abundantes. Los otros criados de Iván , que ·_rah,~jaban tierras próximas a las que labraba Isidro, co– menzaron a inquietarse y la cnvié.ia se apo– deró de ellos. 1\ os lo cuenta Juan Diácono : «Sucedió que algunos labradores d::: los cam– pos próximos presentaron esta acusación ante el caballero, cuyas propiedades trabaja– ba ajornal. Venerable señor, nosotros, como conocidos y súbditos vuestros, no podemos callar lo que vemos y sabemos que va en per– juicio vuestro. Tened por cierto que aquel 24. Milagro de los Ángeles, de Cecilia Play Gallardo. Musw Municipal. ► 32
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