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iglesias locales. Fue tal la actividad y compro– miso de estos primeros cristianos para difun– dir su fe que en un siglo poco más o menos, el Evangelio había al:anzado los centros y nudos vitales del Imperio. Estos cristianos anónimos llegaron tam– bién a España procedentes de Roma, las Galias, Norte de Áfric;:. ... Su palabra y, sobre todo, su testimonio de vida, suponían un fo– co de irradiación allí ::!onde se hallaban. Lo que va naciendo y creciendo en la Península, como en otras provincias del Imperio, no es una Iglesia ya plenamente constituida y cen– tralizada, sino comunidades locales que parti– cipan todas de una misma fe, pero que viven a veces bastante inco~unicadas entre sí, se bastan a sí mismas y se van haciendo y desa– rrollando poco a poco Estas comunidades tienen de común su fe en Cristo Jesús, y su mensaje del Reino de Dios; optan contra la mdicia, la ambición y la opresión, que son las :1.ormas supremas de la sociedad en que viven; creen en la igualdad de todas las personas confían en el adveni– miento de un mundo justo en el que va a rei– nar la paz, la amistad, el amor. .. De todo esto están seguros porque se fían de Jesús, el Enviado del Padre, de quien todos dependen totalmente como hijos y del que han recibido la promesa de la resurrección. El vínculo fundamental que les mantiene unidos es esa fe y esa esperanza, que supera incluso las barreras de la mue:-te; se empe– ñan, sobre todo, en hacer realic:ad el manda– to del Señor: "Amaos ~os unos a los otros co– mo Yo os he amado" Su unión social se ve reforzada por una au:oridad jerárquica -el presbítero o el obisp:)----- cuyo servicio a la comunidad consiste en crear y mantener la unión de todos y preEidir la Eucaristía, causa y manifestación por ;:.ntonomasia de la uni– dad de los cristianos. .3e establecen lazos fra– ternos con las comunidades del entorno; y sólo cuando surgen dficultades o conflictos de gran trascendencia, recurren a las sedes patriarcales. En occidente, brilló como metró– poli importante, Ca1t;:.go, y como gran sede patriarcal, Roma. TESTIMONIOS HISTÓRICOS MAS ANTIGUOS QUE NOS HABLA. "'\J DE LA PRESENCIA DE CRISW..NOS EN LA PENÍNSULA Con toda seguridad podenDs afirmar que el cristianismo llegó a España a finales del si– glo I o a comienzos del II. Los primeros do– cumentos escritos que poseeoos, donde ya se habla de la existencia de cristianos en Iberia, son los siguientes: Sanlreneo En su tratado contra los herejes, escrito entre los años 182-188, explica que el depósi– to de la fe se transmite el mi3mo a todo el mundo, a pesar de la diversidad de gentes y de lenguas con que el mensaje ha llegado: "Aunque las lenguas son innumerables en el mundo, el poder de la tradició:1 es el mismo; ni las iglesias fundadas entre los germanos creen ni transmiten otra cosa ni las de las Iberias, ni la de los celt<'-s, ni las de Oriente ... " Si el obispo de la Galia puede ha– blar hacia esos años de iglesias establecidas en la Península, el origen de estas comunida– des se remonta, al menos, a principios del si– glo II e incluso a fines del I, y suponen para su momento una considerable expansión. Tertuliano En los primeros años del siglo III escribe Tertuliano un tratado apologético contra los judíos. Pretende probar que el Cristo anun– ciado, ha venido; y uno de sus argumentos es que todos los pueblos creen : 1 a en Él. En la larga enumeración de estos p·Jeblos incluye a nuestra Península. Dice así: "... y los demás pueblos, como amplios confines de los mau– ros, todas las fronteras de las Hispanias, las diversas naciones de las Galias, las regiones .de los británicos; las de los germanos ... , y de muchos otros pueblos recó.:1.ditos y provin– cias e islas desconocidas par2. nosotros que ni siquiera podemos enumerar. En todos es– tos sitios es adorado el nombre de Cristo". 7

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