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chas veces podrían convenirse en rosario. E imitación, reproduciendo en nosotros su es– píritu de oración, de recogimiento y de servi– cio; su limpieza de vida; y sobre todo, la dis– ponibilidad asombrosa que Ella tuvo para ha– cer siempre lo que el Señor le pedía. Dios amó a María más que a ninguna otra criatura. Ella debe ocupar también el primer puesto en nuestro corazón, después de Dios. María en la liturgia María encontró un lugar en el culto cristia– no después de los primeros mártires. A éstos se les considera como una prolongación de la Pasión de Cristo y se les ::-eserva un puesto especial en la eucaristía ya desde el siglo II. María fue incorporada al culto algo más tar– de. En realidad sabemos poca cosa de la li– turgia primitiva de la Iglesia en un culto esen– cialmente oral, sin misal, sin libros, «escrito» únicamente en la memoria. Sin duda , el Magnificat formó parte del culto de la Iglesia primitiva de Jerusalén. De allí lo habría tomado LucaE. Él nos atestigua cómo los cristianos de la _¡::rimera época ha– bían asumido esta oración de María, que por otra parte aparece como e~miembro orante por excelencia de aquella nmunidad. María tuvo, desde finales del siglo IV, un lugar en la parte central de la misa, inmedia– tamente antes de la consagración: «Reunidos en comunión (con toda la Iglesia) veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor». María interviene en la oración de la Iglesia como motivo de petición, mode– lo o intercesión. Oraciones marianas más conocidas Son innumerables las oraciones en honor de la Madre de Dios a través de los tiempos. Dadas las características de este libro, nece– sariamente se impone una selección muy re– ducida. 61. "La Coronación de La Virgen'; de Velázquez. Ave Maria Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es elfrnto de tu vientreJesús. Santa María, Madre de Dios, mega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (La primera parte de esta oración combi– na Le 1, 28 con 1, 42, y se remonta por lo menos al Liber Antiphonianus, atribuido al papa Gregorio Magno (m. 604). La segunda parte, el «Santa María», que adapta las pala– bras de Le 1, 43 .. se añadió en el siglo XV). Salve Dios te salve, Reina y Madre de misericordia; 85

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