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pa de poner a nuestro alcance las gracias .:1e– cesarias para que podamos vivir según el es– píritu de las bienaventuranzas, para que prac– tiquemos el gran precepto del amor... Ser hi– jos de María, debe exigirnos. Dialogar con ella; colocar flores frescas en sus altares; ayu– dar a los pobres, sus predilectos; imitar su disponibilidad absoluta para con Dios. .. :)0- drían ser expresiones importantes a la h::ira de manifestar a la Madre nuestro amor. Texto evangélico: Juan 19, 25-27. 'Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: M'ltjer, ahí tienes a tu hijo. Luego, dijo al dis-::ípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa". Inmaculada Estudiamos ahora dos temas que, aunque no tengan un fundamento formalmente bibli– co iluminan el origen y el fin terreno de la Madre del Señor. Veamos en primer luga:- su origen inmaculado. Dios eligió a María para ser Madre de la Persona divina encarnada. Y la preparó ge– nerosamente para esa elección. Todos nace– mos privados de la gracia santificante. Ella, no. Será concebida "llena-de-gracia" (Le 1, 28). ¿Podía aceptar Jesús habitar en el seno de una mujer que no hubiera estado siempre adornada con la gracia? Por supuesto que no. El pueblo cristiano, con un sentido eEpe– cial para las cosas de Dios, descubrió prc-nto el misterio de la concepción inmaculada ~f lo expresó en versos sencillos a la vez que pro– fundos: "¿Quiso y no pudo?, no es Dios. ¿Pudo y no quiso?, no es Hijo. Decid, p-1es, que pudo y quiso". Los teólogos, sierrpre má:s lento:s, tardarán mucho más tiempo y emplearán diversos argumentos para llegar a la misma conclusión. Fue mérito de la Orden Franciscana el haberla hecho posible: María, en virtud de los méritos anticipados de 12. re- 80 dención de C:-isto, fue concebida en plenitud de graci:=:.. Dics, porque la amó más que a na– die, la llenó de gracia desde el primer inEtan– te de su ser. Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, lo defiruía como dogma de fe. Cualquiera de nosotros, de haber podido escoger a su madre, hubiera hecho lo miffi1o. ¿Le vamos a :iacer a Dios más cicatero, me– nos gene:-oso? Cuando el pintor Whistler fue felicitado por el cuadro extraordinario que había realizado de su madre, respondió sen– cillamente: "Ya saben ustedes lo que sucede en estos casos: cada uno procura hacer a su madre lo más hermosa que puede". Y nació María, obra cumbre de la creación, hon::)r y o:-gu]o de la raza humana. Dios ha realizado también en cada uno de nosotros ::bras grandes. ¿Habrá que re– cordar que, por el bautismo, todos queda– mos llenos de gracia en la medida de nuestra capacidad? Asunción CarecemcE de noticias fidedignas sobre los últimos años de la vida de Maía. Confiada a lc-5 cuidados del apóstol Juan (Jn 19,27), ¡::::arece que juntos se trasladaron a Éfeso hacia el año 42. Cerca de esta ciudad -en Mer¡en Ana- se muestra todavía la Casa de la Fivgen. Pasado algún tiempc, re– gresarían a Jerusalén, y allí tendría lugar la asunción 2.l celo. Si no tenemos noticias cie1tas, sí noE po– demos imaginar los últimos años de Iv.laría. Acostumbrada a ponderar los acontecimien– tos en su corazón (Le 2, 19-51), repasaría co– mo en u.:i_a la:-ga película la vida de su Hijo Jesús: na:::imiento, pastores, Nazaret. .. ; dedi– caría lar.ges espacios a la oración; pedirfa por la Iglesia que irrumpía con fuerza en el impe– rio romano y por la Iglesia de todos los tiem– pos; realizar::=:. las labores de una casa nor– mal, porque 311a seguía siendo la "esclava del Señor", y ahcra el Señor quería ser servicio en el prójim:). Hasta que un día ... La leyenda nos ha descrito así la asun– ción de :.1aría. La Virgen ha llegado a les úl-
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